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Ocasionalmente es bueno detenerse para decidir habitar en un espacio que sabremos elegir sabiamente. Hay personas que se quedan en el timbre de una voz al decir hola o en el gesto previo de una sonrisa que nace en la boca. Otros prefieren quedarse en el instante eterno de un roce, o incluso, en la sensación de un aire casi invernal. Lo cierto es que no importa dónde sea, siempre hay algo que atrae nuestro ser y dulcemente lo obliga a permanecer, a crear memorias a partir de instantes, personas, luces, ráfagas o voces.

Muchos otros, como quienes pasan los ojos por aquí, tendemos a quedarnos entre letras. Dentro de nosotros tenemos un archivero pequeñito en donde almacenamos las palabras que hemos sabido hacer nuestras. Quizá nos hablen de alguien, quizá proyectamos algo, quizá solamente pareciera que una mano miró nuestra alma y decidió ponerla en letras. Esta es la suerte de “quedarse” en algo, de apropiarse de algo más allá de nuestra piel y guardarlo con recelo en la existencia.

En “El lugar que tú ocupas”, poema de la escritora española Elvira Sastre, conocemos entre versos esa fragilidad preciosa que surge de la probabilidad del encuentro. Y más que el encuentro, la permanencia. Es decir, se explora el gran evento que significa encontrar al otro y saberlo a un lado. Con todos los miedos, el frenesí y la pasión que eso significa.

“Por suerte, existes. Y por suerte, también, no sólo existes, sino que te colocas aquí, justo al lado de todo lo que está lejos, para estar cerca. […] Como en el sueño que aparece en el momento preciso, en el lugar que tú ocupas”. El azar y la fortuna se pueden sentir entre una fragilidad que seguramente hemos experimentado y que cuando estamos en medio, habitándolo, sabemos entender que más que destino, el asunto pudiera tratarse de suerte.

¡Qué suerte habitar el sitio de quien te espera! Y viceversa. Qué calma se siente cuando entre todo lo que ocurre a velocidades imparables, sepamos exactamente dónde queremos estar. Porque de alguna manera todo se ha dado en los tiempos ideales para que, bajo las condiciones perfectas, estemos hoy, aquí. Al lado de alguien, ocupando lugares con todo lo maravillosos que podemos ser.

Tendríamos que implementar el hábito constante de mirar quién ha decidido ocupar los lugares más cercanos a nosotros y sabernos afortunados porque muchos otros tienen lugares vacíos. Habría que sonreír, abrazar esa suerte y esa seguridad de estar donde debemos estar.

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