Los recuerdos son flores
Julia Yerves: Los recuerdos son flores
Existe un límite que no nos permite hablar de aquello que no hemos vivido, o que no hemos experimentado en carne propia. Son pautas no escritas, a veces no verbalizadas, pero reales, inalcanzables a tiempos y fuera de lugar a otros. Se reconocen por la falta de palabras que uno posee para describirlas y por la torpeza sintáctica en oraciones apenas creíbles; como si fueran ajenas. Lo son.
Si nos postulamos en favor o en contra de algo, casi siempre estaremos perdiendo perspectivas claves que nos permitan dar una verdadera opinión. Somos parciales, difícilmente imparciales y poco sabemos del mundo. ¡Pero lo intentamos! Por supuesto, y la labor se manifiesta loable. El hecho de extender la mirada, estirar las manos y mirar al otro, a quien está lejos, es un acto humano hermoso.
Por ejemplo, presentando el siguiente poema, “Los recuerdos son flores”, advertimos todo cuanto se narra, podemos hacerlo nuestro, podemos compartirlo, dedicarlo. “Los recuerdos son flores. Las regamos, los narramos, los convertimos en poemas en obras de teatro, en historias. Las decoramos con bombillas, con metáforas de diferentes matices, en clubes variados. Algunos recuerdos son desagradables. Tienen olores rancios, y una piel áspera y espinosa. No importa cuán profundamente inhalen los huesos, el gusano de los dulces recuerdos encontrará su camino.” Hermoso, ¿cierto? Absolutamente analizable, casi universal.
Entonces, ¿cambiaría nuestra perspectiva si advierto que el autor es Mosab Abu Toha? Un escritor palestino de Gaza, poeta y ensayista también. Lo que él mira, yo jamás lo he visto, no puedo imaginarlo. Lo que él ha sentido, por suerte yo no lo he conocido y a mi país no le toca. ¿Podría entonces hablar de una situación tan lejana, humanamente reconocible, pero absolutamente ajena a mí?
Probablemente sí, pero mis palabras rebotarían entre paredes destrozadas, familias incompletas, bombardeos, polvo que se respira y horizontes de destrucción. Puedo hacerlo visible, compartirlo, dejarlo en estas líneas para que no deje de existir, para que no deje de ser real.
La literatura es así a veces. Extraña para unos, escape para otros, inalcanzable para otros tantos e incomprensible para muchos. Un capricho geográfico, humano, histórico, político. Suerte la nuestra de poder guardar silencio y señalar lo que duele; en la herida donde sangra el mundo. Aunque no estemos ahí, aunque no nos toque, aunque no entendamos, aunque no sepamos qué decir.