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La tarea de arrastrar el cuerpo cuando el vapor de la ciudad abrasa con molestosa ternura ya pesa en los humores de la gente. Pretender llevar una vida normal cuando el derretimiento humano comienza a ser una idea posible haciéndose presente cada día, dificulta hasta el hecho solo de pensar. Despertar para sudar, moverse para sudar, trabajar para sudar, ducharse para sudar, sudar para sudar. Pasamos los días en pegajosa humedad que se encuentra lejos de irse.

Pero nos acostumbramos, ¡claro que sí! Sorteamos el sol como quien aprende a caminar camuflajeado en tiempos de guerra. Tomar una calle con media tregua de luz solar, andar por los bordes respirando los aires de familias ajenas porque el sol te orilla a los costados con brusca luminosidad caliente, usar armas débiles como sombreros y sombrillas, ropa de algodón, agua helada en termos que retienen nada de frescura. Uno se acostumbra, se hace fuerte, se le curte la piel. ¿Qué pasa entonces cuando ya hemos cruzado la línea de lo soportable? El delirio.

En “Sudor de sueños”, poema en prosa del escritor colombiano Carlos Flaminio Sosa, se nos presenta una serie de ideas probablemente imposibles tras lo que nosotros podemos definir como un golpe de calor. O al menos los inicios de ello. Lo interesante, por supuesto, es la serie de ideas que han devenido a partir del evento.

“Un hombre cierra los ojos cegado por la sal de su sudor. La sal se le hunde...se le hunde. Y él aprieta los ojos: se pone a volar.” Sus pensamientos, a los cuales podemos ser empáticos porque también hemos estado envueltos mentalmente en el hastío de no poder pensar en otra cosa que el calor, se vuelven un disparate: “Imagina:...que un día suceden tantos eclipses totales de sol que para las tres de la tarde las aves han empollado en múltiples ocasiones; las plantas apuraron incontables cosechas y, para los carnívoros, cada parpadeo de ese día tiene la amplitud de muchas digestiones.” Piensa en cuántos días se necesitarían en este mundo para ver algo así, piensa en que la gente lo adore, piensa en todo lo que no corresponde a su momento físico real.

La sorpresa, que como lectores no alcanzamos a descifrar, es que su aparente delirio viene de la extenuante tarea de echar tierra a una fosa. Y su deshidratación, sus sueños de sudor e ideas geniales, han sido animadas con náuseas provenientes de un cuerpo en descomposición. Malas combinaciones entre calores insoportables; ¿por qué se siente tan familiar?

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