Entre sueños
El Poder de la Pluma.
Constantemente buscamos dar sentido a nuestros sueños y hallar los significados que aguardan escondidos entre las sensaciones que tuvimos y lo que creemos representa en nuestra vida real. Naturalmente, también existen esos sueños que preferiríamos olvidar en un instante porque, cuando nuestro cuerpo despierta de ellos, puede sentirse vulnerable y desolador; les llaman pesadillas. Advierto, navegaremos entre sueños.
Pensemos que se trata de un mundo que realmente no controlamos pero que sí puede controlarnos. Un sueño de amor alienta el espíritu matutino, un sueño con alguien que se encuentra en el recuerdo puede llenar los ojos de melancolía, otro en donde peleamos cambia nuestro humor en un instante. ¿Somos tan frágiles para ser dominados por lo que pareciera ser “solamente un sueño”? Quisiera pensar que no, que no se trata de fragilidad, sino de una empatía entre lo que proyectamos; ese otro mundo que somos capaces de crear cuando nuestro cuerpo descansa y la mente danza libremente.
La lectura de esta semana va en este sentido. El autor argentino Rodrigo Fresán trae para nosotros un cuento largo titulado “La chica que cayó en la piscina aquella noche”. Y pareciera, lector, que ahí está la historia si consideramos que antes he hablado de sueños y ahora presento el título que concreta una circunstancia exacta. Pero no, sucede mucho más que eso.
Dentro de una escritura compleja y prodigiosa, recorremos al menos cuatro historias distintas que giran en torno a una chica que cayó a la piscina.
Muchas voces narran y muchas perspectivas nacen de un solo hecho. Lo que sabemos es que una chica hermosa murió, y que al caer la piscina estaba vacía. Las voces narrativas exponen su visión y no llegamos a puerto seguro más que el de un sentimiento de confusión y tristeza. Todas han sido un sueño.
Aquí, en ese punto, radica el encanto del cuento; nos hace sentir sin entender. Porque sabemos que la coherencia soñadora no siempre debe estar presente y la única certeza de un sueño imposible es precisamente el sentirlo en el alma sin cuestionar su naturaleza.