Esclavos de la memoria
El Poder de la Pluma.
Con el paso del tiempo nuestro cuerpo comienza a protestar y su voz se hace escuchar a través de dolores aun cuando deseamos ser la excepción de los famosos “achaques”. Cierto es que hay cosas que podemos controlar en los años jóvenes y otras que definitivamente no están bajo nuestro control: éstas son las que dan miedo.
No nos gusta dolernos porque estamos acostumbrados a vivir con la agilidad que fuimos desarrollando en los años tempranos cuando levantarse de una silla no suponía un esfuerzo muscular o cuando al subir unas escaleras no mencionábamos un “Dios mío” en forma de cansancio agitado. ¿Podemos evitar el hecho de que el cuerpo somatice el paso del tiempo? Pienso que sí y en cierta medida sí tenemos un ligero control sobre ello. El problema y la desesperanza vienen cuando somos el nuevo hogar de una de esas enfermedades que preferimos no nombrar por miedo a invitarlas a nuestra vida.
En la lectura que nos toca, estamos precisamente ante una historia escrita en ese sentido. El autor colombiano Luis Carlos Muñoz Sarmiento trae para nosotros “El juego del olvido”, caso de una mujer mayor que ya no tiene control sobre su memoria.
Nosotros elegimos qué recordar y qué no; qué pensamiento guardar con recelo y cuál otro destinar al olvido; otras personas, como en el cuento, no tienen la misma suerte.
Entre estrategias para luchar contra un Alzheimer terco, la mujer de la historia intenta todos los días aprender nuevamente el alfabeto con sus 28 letras como quien conoce los números por primera vez sabiendo que al día siguiente los olvidará.
El esfuerzo es naturalmente inútil, pero, lejos de sentir empatía triste, conocemos a través de una narración magistral el retrato más real de lo que sucede cuando somos esclavos de nuestra memoria y nuestras acciones danzan entre la gracia y la desgracia. Lector, llegaremos a ello de alguna u otra forma y poco podremos hacer al respecto. Invito a vivir y sentir “el ahora” porque no sabemos qué trucos mentales nos esperan en el futuro.