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En todos los años que he sido una lectora activa y preocupada, así como selectiva con los temas en los que decido sumergirme, lo he realizado de manera silenciosa. Disfruto de esa complicidad directa con el autor, donde mis ideas y teorías las hago en el completo encierro en mí misma, el único ruido que prevalece es el de las múltiples conversaciones que sostengo en mi mente con el narrador y la historia.

Las primeras civilizaciones del mundo tenían como costumbre la oralidad, cuando aún no existía la escritura. Esto surge por la necesidad de contar relatos y de esta manera entretenerse. Por lo que al descubrir el fuego deciden sentarse alrededor de él a contar hazañas así como buscar respuestas a todo lo que les rodeaba.

“La voz de los libros” (2024) de la experta en innovación cultural Maribel Riaza, es un viaje que permite conocer la historia de la lectura desde los escribas hasta los audiolibros, donde va plasmando la importancia que tuvo para los antiguos la oralidad y que posteriormente al ser descubierta la escritura, no estaban muy convencidos de ésta, ya que pensaban que los volvería tontos y poco capaces por la pérdida del ejercicio de la memoria.

¿Cómo podemos saber que en la antigüedad leían en voz alta? La escritora plasma y da varios ejemplos que indican que era una práctica recurrente: “La lectura en voz alta no solo estaba reservada a temas administrativos, políticos o jurídicos…”.

A continuación una carta de amor que ha llegado hasta nuestros días: “Te lo ruego, una vez que hayas oído mi tablilla, ven, regresa a Assur, a tu dios, a tu tierra, y deja que pueda volver a ver tus ojos”.

En el ejemplo anterior podemos observar la palabra “oído”, por lo que ya daban por hecho que el mensaje iba a ser leído por un escriba o persona de confianza de a quien le enviaran el mensaje. Cabe recalcar que estos escritos mayormente eran plasmados en tablas de piedra y arcilla.

¿Por qué no se leía en silencio durante la antigüedad? Esta interrogante puede ser respondida con lo que he comentado anteriormente. Había un claro sentido de desconfianza hacia la palabra escrita, donde uno de los defectos que le encontraban era el peligro que corría la sabiduría ante la escritura. Ellos pensaban que la mejor manera de que sus palabras prevalecieran era a través de la memoria, de contar las hazañas así como las diferentes ideas de boca en boca, esto podía viajar a miles de kilómetros de distancia, otra de las razones y no menos importante, es que la mayoría de la población era analfabeta y la única forma de tener acceso al conocimiento era por la lectura en voz alta.

Uno de los filósofos que se oponía a la práctica escrita era precisamente Sócrates, ya que su falta de interés, así como su rechazo a todo lo escrito, lo llevó a no escribir ningún libro con sus memorias y teorías, pero que, paradójicamente, las conocemos a través de sus discípulos que las plasmaron para que pudieran prevalecer hasta nuestros días.

Leer en voz alta nos permite escuchar y darle sentido, entonación a lo que se dice y dependiendo del género que sea, es el tipo de intención que se la va ir dando, leer en silencio es tener la capacidad de experimentar una práctica solitaria con las mentes pasadas o contemporáneas, así como auto descubrirse y encontrarse en determinadas palabras.

Sea en voz alta o en silencio, siempre lean mientras puedan.

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