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Estamos, quizás, cerca de la creación del Estado palestino, y claro que no es por voluntad del sionismo israelí que cada día ensangrienta más sus manos y deja una huella imposible de borrar en la historia de los crímenes de lesa humanidad.

El genocidio contra Palestina es hoy rechazado por los pueblos del mundo, por un sector importante del pueblo israelí que exige el fin del gobierno de Benjamín Netanyahu, y en términos diplomáticos cada día más naciones se expresan por un alto a la barbarie sionista, por ejemplo, en días pasados, en la Asamblea General de la ONU se efectuó una nueva votación que resultó con un apoyo mayoritario para que Palestina sea reconocido como integrante con plenitud de derechos y membrecía total, aunque esto no faculta a Palestina a votar en la Asamblea General ni es una resolución vinculante, pero sí es un antecedente histórico que muestra que cada vez el tiempo de la justicia jurídica se acerca.

Ahora, tras la votación en la Asamblea General de la ONU se requiere que el Consejo de Seguridad reconsidere su última resolución y vote a favor de la integración de Palestina como miembro pleno de la ONU, siendo que es justamente el imperio estadounidense el que se ha negado en el Consejo de Seguridad a aprobar el derecho histórico palestino de ser un Estado con plenitud de derechos. En este panorama, es importante hacer notar algunos aspectos que van quedando muy claros en la geopolítica global.

Primero: el doble discurso de EE.UU., si bien no representa un deseo humano del fin del genocidio, sí muestra una necesidad política y mediática del imperio, pues al ser el principal aliado de Israel y ser quien ha dado armamento y recursos a los sionistas, no sólo lo hace cómplice del genocidio, sino que su imagen en el mundo ha vuelto a caer, algo que preocupa al Gobierno estadounidense por estar a unos meses de la elección presidencial (noviembre) y por la aparente preferencia del electorado hacia Donald Trump, contrincante de Joe Biden, esto hace que algunos analistas hablen de un “resquebrajamiento” en las relaciones entre estas naciones, pero en lo personal nos parece más teatro que realidad.

Segundo: el hecho de que únicamente en América Latina sea Argentina el país que se opone a la creación plena del Estado palestino, demuestra el papel dado a Javier Milei en la región, ya que como se sabe Milei es el personero de los intereses imperialistas y sionistas, y su papel ha sido el de romper la unidad bolivariana y desestabilizar la región, mientras entrega su nación al imperio.

Tercero: la presión diplomática contra Israel seguirá en crecimiento conforme se sigan extendiendo las protestas en el mundo, como ya se observa en Estados Unidos, Europa, parte de Latinoamérica y el Medio Oriente, los diferentes gobiernos han comenzado a mostrar -aunque sea de forma ligera- su rechazo al genocidio y empiezan a marcar distancia de la política sionista, y es claro que a ningún Gobierno le conviene por cuestiones humanas y mediáticas ser considerado un aliado del genocidio.

Cuarto: las movilizaciones de estudiantes, jóvenes, proletarios y sectores populares han demostrado su fuerza, pues si bien la represión aumenta y la censura se dirige desde Washington, la presión que ejercen sobre los gobiernos de los países donde se realizan, genera eco a nivel internacional y obliga a reconsiderar si mantienen o no relaciones con Israel. Pero, por encima de todo, Palestina será libre por su propia resistencia y por el clamor de los pueblos del mundo.

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