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La muerte de un niño de seis años en el norte de la ciudad, tras ser arrollado por una camioneta, debe hacernos reflexionar sobre las condiciones de millones de infantes en el país y el mundo, siendo que en Yucatán, desde décadas atrás puede observarse la presencia de inmigrantes chiapanecos o de otras regiones de la República, dedicados a vender por las calles ropa típica y algunas golosinas, e incluso, se les puede observar pidiendo alguna ayuda económica en las esquinas de las avenidas, donde por lo general limpian parabrisas y/o realizan maromas para sobrevivir.

Siendo ésta una realidad conocida hace un tiempo considerable, ¿por qué hasta hoy esos niños y niñas no han recibido la ayuda correspondiente para integrarse al goce de sus derechos elementales como la educación?, ¿será que aún no hemos entendido lo plasmado en la Constitución donde se estipula que el trabajo infantil de este tipo está prohibido?, ¿acaso las formas de la trata y la explotación infantil no nos han quedado claras como sociedad?

No creo que haya algún ser humano sensible a su entorno que no se conmueva e indigne ante esta situación, ya que en el fondo no se trata únicamente del trágico accidente que causó la muerte del niño, sino que es urgente reconocer que las condiciones de vida de estos infantes y de millones más no garantiza sus derechos ni los proyecta a un futuro donde puedan alcanzar la libertad y la realización humana. ¿Por qué los seguimos condenando a deambular como fantasmas en las calles de las urbes sin que pongamos fin a tanta injusticia en sus vidas? ¿Cómo no condenar la política pública y la responsabilidad que como sociedad tenemos en relación a la infancia de nuestro país y el mundo?

El incremento en la pobreza y la precariedad de vida es evidente, la migración interna en México se acrecienta, al igual que la migración que acontece al interior de los estados, provocando el abandono de las zonas rurales y la concentración de personas en las urbes, esto es parte del colonialismo interno que analizó y desenmascaró el intelectual mexicano Pablo González Casanova, destacándose la referencia que realizó a los procesos de discriminación y clasismos que acompañan esta pauperización de la economía.

Por eso es aún más urgente velar por los derechos de la infancia en general, pero, también de forma especial por aquellos niños y niñas que ahora mismo se encuentra en las avenidas de las ciudades desarrollando formas de sobrevivencia.

Hablar de infancia en riesgo no es nuevo, ni para la academia ni para la política pública, pero parece que aún lo es cuando observamos la realidad, donde un alto porcentaje de la población –integrado por infantes- vive en condiciones extremas, mismas que impiden que puedan disfrutar de sus derechos elementales, como son la educación, comida, hogar y salud.

Además, no se debe dejar de lado el hecho de que en México la violencia sistémica vulnera a los seres humanos desde la infancia, generando huellas psicológicas y sociales difíciles de borrar. La infancia debe ser libre de poder desarrollarse en plenitud disfrutando de las condiciones idóneas, los niños y niñas que trabajan en situaciones extremas, teniendo que exponer su salud y su vida, son violentados por la normalización de la indefensión a que fueron condenados. Hoy un gran porcentaje de la infancia mexicana está en riesgo, no cerremos los ojos.

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