Una vuelta cíclica
Cristóbal León Campos: Una vuelta cíclica
Se cumplió un nuevo ciclo y la efeméride onomástica indica un año más, frente al mar, rodeado de seres amados, bajo el sol primaveral de esta geografía, refrendo el deseo de seguir soñando, así, sin temor a parecer iluso o desencajado, al fin, siempre he preferido una utopía que la cómoda imagen del molde aprobado por el "deber ser" social.
La pasividad de la mar, su brisa suave que trae sonidos de otros tiempos, voces y cantos milenarios que se congregan con otras que aún esperan ser escuchadas, el roce de la arena en los pies y la refrescante caricia de las apacibles olas, transportan a los recuerdos acumulados con el pasado de la vida, es un día para agradecer por todo lo recibido y por todo aquello que se ha aprendido, sin importar que las formas de la enseñanza pudieran haber sido difíciles, tristes, alegres o sencillas, lo relevante es que con el paso de los ciclos, ahora, reconozco sin cliché los instantes súbitos del presente.
Quizás, en un sentido aproximado, pudiéramos interpretar lo que Julio Cortázar escribió en una de sus cartas (1937-1954), cuando reflexionaba sobre la trascendencia más allá del tiempo y mencionara que: "pero existe algo que el tiempo no puede, a pesar de su innegable capacidad destructora, anular: y son los buenos recuerdos, los rostros del pasado, las horas en que uno ha sido feliz".
Y es que tras el cúmulo de amaneceres, uno va aprendiendo a atesorar los rostros y las voces significativas en el tránsito mundano, así como uno va desprendiéndose de aquellos sucesos o personajes que dejaron en enseñanzas, pero también agonía, es como si se tratara de una suerte de acertijo, que al revelarse nos muestra lo simple que ha sido siempre saber dar y recibir según cada circunstancia.
En una tarde mágica, en la que las sonrisas se aprecian como señales de que el camino se abre para seguir avanzando (sin importar que en los últimos meses se sobrellevara un periodo intermedio disruptivo en el que las vueltas de realidad se mostraron como retos para el renacer), la vueltas han dado un nuevo giro, siempre es así, como la mar que trae y lleva sin tregua y, en el presente, convivo con gente apasionada por su quehacer que se convierten en inspiración y fortaleza, cuyo goce al actuar se refleja en el entorno, creo que el reloj de arena señala que la temporada es de siembra, los frutos volverán con la abundancia del esmero acompañando al desvelo.
En esta etapa de la vida, cuando se comienza a reafirmar lo que habrá de ser importante en los períodos próximos, también van surgiendo otras voces y rostros que vienen a sumar y enseñar, retos diversos y proyectos por crear son las señales que como luces destellantes en el camino en construcción, garantizan que la ruta actual es la anhelada, el ciclo que inicia se acompaña de esperanza y voluntad, frente a la mar y en el recuento de lo vivido, celebro un año más de vida y voy sumando para el porvenir.