Londres después de medianoche

La selva de gato, columna de Rodrigo Ordóñez Sosa.

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Dentro del nuevo género negro y la novela policial existe el libro Londres después de medianoche de Augusto Cruz que desentraña a los más memorables personajes del cine mudo y los coleccionistas del séptimo arte en una novela que transita entre lo paranormal y la investigación policial.

Sin embargo, detrás de este andamiaje narrativo también existe un diálogo entre los recuerdos de quienes vivieron el pasado de forma diferente, hombres solitarios sujetando con fuerza los momentos que marcaron su infancia y su juventud como amuletos contra la muerte y el olvido.

La historia se centra en la búsqueda de la mítica película que da título al libro, dirigida en 1927 por Tod Browning y protagonizada por Lon Chaney, “el hombre de las mil caras”. No sólo este filme es considerado la primera película americana de vampiros, sino también su proyección estuvo marcada por los incendios que consumieron varias salas de cine donde se proyectó.

La última copia conocida desapareció en el incendio de la bóveda 7 del almacén de la Metro-Goldwyn-Mayer Studios en 1967. La búsqueda de la película comenzó con el coleccionista, Forrest Ackerman, personaje real conocido por acumular una colección enorme de accesorios de los set donde rodaban películas de ciencia ficción, sin encontrar rastros de ella, optando por contratar al agente jubilado del FBI Mc Kenzie, último asistente del director de la agencia, Edgar Hoover.

Aquí la primera parte de la historia transita en una exhaustiva investigación policial tratando de reunir o encontrar a los que aseguran existen copias del filme; a medida que avanza el trabajo del detective, comienzan a mezclarse lo sobrenatural, las sombras y la violencia, debido a que todos los que buscaron o vieron este filme acabaron muertos de una u otra forma.

En la narración existen copiosos datos sobre el incendio de la bóveda donde se almacenaban estas cintas de nitrato, fragmentos de la historia de las actrices, actores e impacto del cine mudo así como su posterior disolución con las primeras películas con sonido.

Además, el libro hace referencia a los lugares tradicionales de la literatura del horror como los castillos encantados, leyendas urbanas, gigantes además de alusiones a películas como “La masacre de Texas” o “Tiburón”.

Una de las aportaciones que pasa imperceptible a lo largo del relato es el manejo de los verdaderos fantasmas dentro de la maquinaría americana: los migrantes que habitan pueblos fantasmas en medio de camino intransitables, esperando una oportunidad para sumarse al sueño norteamericano, los grupos armados que controlando esos escenarios donde ni el ejército ni la policía existen, además de dar una pincelada a las ciudades asoladas por la violencia y la pobreza e invadidas por bares y centros nocturnos como entretenimiento para ladrones y asesinos, en esas plazas olvidadas por el Estado Mexicano. Para los amantes de la historia del cine o el género policial, esta novela los dejará deslumbrados.

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