Los ordinales y los partitivos
Felipe Escalante: Los ordinales y los partitivos
EL TRECEAVO. En redes sociales leímos una atildada crónica sobre un programa de la Orquesta Sinfónica de Yucatán. Sin embargo, el “cabecero” de ese excelente trabajo comete un desbarre muy común entre los hispanohablantes: “La crónica del treceavo programa de la temporada debe ser distinta a las anteriores”.
Quien escribió “treceavo” cometió un desbarre al emplear un adjetivo partitivo en lugar de un adjetivo ordinal. Veamos. Un adjetivo partitivo expresa la parte determinada de un todo, indica que el concierto (un todo) se ha dividido en trece partes. Es obvio que el concierto de la OSY no se dividió en trece partes, ni la intención del cronista fue decir “treceavo”.
En ese título debió de usarse la voz “decimotercero”, que es el adjetivo ordinal indicado para señalar un orden de sucesión o colocación. Con ello se indica que antes la OSY realizó doce conciertos.
Otro adjetivo castellano referente a los números es el cardinal, que señala una cantidad numérica precisa. Si queremos emplear ese adjetivo en el párrafo mencionado debemos decir: La crónica del programa trece de la temporada.
La honda abandona su escondite y lanza una dura pedrada al “treceavo”, el fuerte impacto deja inerte al gazapo y guardamos la única pieza de hoy en la talega.
¿MEMÍN PINGÜÍN O MEMÍN PINGUÍN? En las populares historietas ilustradas de los años 40 del siglo pasado hasta época reciente destacó un personaje de la escritora Yolanda Vargas Dulché: un simpático negrito cuyo nombre ha sido motivo de controversias. ¿Es Memín Pingüín o Memín Pinguín? El lingüista Juan Domingo Argüelles, en su varias veces mencionado “El Libro de los disparates”, resuelve esa interrogante.
Antes de transcribir el comentario de ese escritor, para mayor claridad esta columna menciona que la terminación “in” la usamos a veces como un diminutivo: pequeñín (niño pequeño), periquín (La Guacamaya, canción de Cri-Cri: “un periquín se encaprichó por una verde muñeca”), maletín (maleta pequeña), calcetín (prenda que cubre el pie, menor que la calceta que cubre el pie y la pierna hasta antes de la rodilla), etcétera.
Según Juan Domingo Argüelles, pingüín no significa nada en español, nada tiene que ver con pingüino o cosa que se le parezca. Sigue don Juan Domingo: “En la historieta, el negrito Memín es un pequeño ‘pingo’ (un diablillo, un pequeño demonio) pues en México ‘pingo’ significa diablo”.
Y remata ese mismo autor: “Yolanda Vargas Dulché de la Parra califica a Memín de pinguín y así lo caracteriza a lo largo de toda la historieta, para denotar que el negrillo era tan travieso como un demonio… Lo cierto es que el nombre de la historieta y, por tanto, del personaje, es Pinguín”.
Hasta el próximo tirahulazo.