Del odio al amor
El Poder de la Pluma.
Es una pena tener que tocar este tema que lastima tanto a la vida. La cultura del odio es esa que siembra semillas de desesperanza, crea roces y fomenta la destrucción entre las masas, esa en la que la discriminación reina en donde bajo la premisa de defensa atacamos al adversario; es la que suele usar la gente que se siente herida pero prefiere la venganza al perdón o aceptar sus errores.
Esta cultura no es nueva, se ha empleado por años y se ha pintado como xenofobia, homofobia, machismo y feminismo radical; aunque al final de cuentas solamente resulta intolerancia psiquiátrica. Es esa misma cultura la que Hitler empleó en su dictadura nacionalista y que muchos comunistas y populistas han intentado utilizar para derrocar al capitalismo olvidando la fuerza que tiene la sabiduría que Karl Marx empleó.
En nuestro país el odio tiene una larga historia que ha ido desde la esclavitud por diferencia de razas al clasismo, machismo e intolerancia a los diferentes gustos sexuales. Se pintó en el pasado con las palabras mestizo, criollo y español; luego también como naco y fresa, y su dialecto se emplea por doquier causando rencor aunque, a veces, lo utilicemos sin querer.
Actualmente está muy de moda el uso de esta cultura mediante dos palabras: chairos y fifís, uno dirigido a quien apoya al populismo sin realizar pensamiento crítico (o sea ignorante) y otro a quien defiende lo capitalista de manera conservadora (santurrones) ¡Es más!, nuestro presidente ha empleado en incontables ocasiones esta forma de señalamiento. Hace unos días nos regaló información importante de lo que para él es un fifí: una persona o medio periodístico conservador que va en contra del pensamiento popular, pero también dijo que no fue él quien inventó esta palabra, sino que existieron los fifís como un movimiento generado para la conspiración contra Francisco I. Madero a principios del siglo pasado.
Aunque lo considero incorrecto, no es tanto el problema de que un presidente diga esta palabra como que casi todo el pueblo profese esta cultura auto dividiéndose y señalándose como chairos y fifís. El odio mata la magia y frena la felicidad.
La cultura del amor contrarresta cualquier negativo y nos lleva a ser el mejor lugar del mundo; trabajemos desde casa para vencer las divisiones y aceptar al prójimo como tal: una persona con pensamientos diferentes, pues la imposición de culturas e ideologías solo conlleva una guerra atroz sin final feliz.
La cultura del amor es más compleja y por eso menos común, consiste en respetar, comprender y ayudar. Es poder crecer en la magia de la vida para fortalecernos como sociedad de manera positiva, es saber defender a quien necesita ser defendido y evitar señalamientos, es ser responsable y aprender de nuestros errores, es saber pedir perdón, hacerlo con el corazón, es conseguir puntos medios. Quien predica la cultura del odio dice: “El que no está conmigo está en mi contra” y el que trabaja con amor afirma que “unidos somos más fuertes”.