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Se respira en el ambiente, se siente en la llovizna de media tarde, en las redes queda más que claro que, como cada año por estos días, estamos en medio de los exámenes de admisión, en las entregas de resultados de semestre para los que están todavía cursando algún nivel y palabras como: asesorías, recursamiento, materia, inscripciones, temario, etc., se vuelven parte de una cotidianeidad inescapable. Todos los que hemos tenido la fortuna de estudiar más allá de la educación básica, sabemos que los ojos de la familia y allegados están sobre nosotros y nuestro desempeño académico, de nuestro resultado, de ese numerito del recuadro.

Nos pintan que de ello depende nuestro futuro, nuestro destino, nuestro porvenir será luminoso si aprobamos, de lo contrario la deshonra familiar caerá sobre nuestra persona. Puede parecer exagerado, y claro que algunos padres se esfuerzan por no hacerles sentir esos a sus hijos, pero en el fondo la idea reside y los estudiantes lo saben. En realidad, hace falta darle proporción al hecho de “aprobar-reprobar” una prueba académica; hace falta educarnos y educar en los alcances que tiene un resultado cuantitativo. Si bien, en la vida, vamos a tener que demostrar nuestra capacidad o competencia en algún área y ésta se reflejará en un resultado concreto, medible y objetivo, no es menos cierto que las pruebas más difíciles para una persona tienen más que ver con actitudes, aptitudes y capacidades que se escapan a la medición.

Ahí tenemos el caso cuando un aspirante no ingresa a determinada licenciatura o maestría y vuelve a intentarlo en la siguiente oportunidad, independientemente del resultado de ese segundo intento, esa persona ya aprendió sobre tenacidad, resiliencia, paciencia y adaptación a los cambios, entre otras muchas buenas cosas; competencias que no se traducen en una grafía numérica, pero que pueden hacer la diferencia entre alcanzar la estabilidad emocional, la plenitud económica y la felicidad en un futuro. Así que no, señoras y señores míos, no podemos depositar todo el éxito de la vida en un llano ingreso o pase de año; existe mucho más en este mundo que esto y urge informarnos como educadores, como padres y como sociedad, en general, sobre temas de salud mental, sobre cadenas de creencias heredadas de épocas pasadas (épocas en las que lo blanco y lo negro eran fácilmente distinguibles) y redefinirnos en el marco de la “teoría de la complejidad” (en otro artículo abordaré esta apasionante y joven propuesta filosófica y científica) y del caos, comprender que el mundo es mucho más amplio que un mero resultado objetivo y que por eso estamos llamados a entender que hay riqueza tanto en una calificación aprobatoria como en una contraria, ambas nos ofrecen la posibilidad de desarrollar nuestro potencial humano.

PD. Estimado alumno, sea cual sea tu resultado, aprende y saca todo el jugo de la experiencia de estudiar, es una oportunidad exclusiva.

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