Memoria colectiva
Cesia S. Rodríguez: Memoria colectiva
Para algunos la memoria es un recuerdo vivo, algo que permanece insomne entre el cúmulo de eventos, hechos y experiencias que sucedieron y, que de alguna manera, nos conmocionaron de forma que los conservamos íntegros para compartir o los resguardamos porque a veces el silencio es más conveniente, para esto quedará la disyuntiva.
Para otros la memoria es sólo instantes aislados entre los que nunca será necesario o relevante traer al presente ni evocarlos, porque no son trascendentes, para estos casos es mejor olvidar, negar o ignorarlos.
De ésta vasta memoria que acumularemos reconoceremos las que serán apropiaciones individuales, entrañablemente nuestras; pero también si somos lo suficientemente humanos haremos nuestras las experiencias colectivas, porque es así como la memoria se enriquece al integrar lo que compartimos, de aquello que cargado de significado nos lo apropiamos para rescatarlo del olvido.
Es así como enlazamos una conexión colectiva basada en la memoria, en la que construimos una historia mutua, de tal manera que nos sensibilizamos para comprender todo lo que converge y de cierta manera nos sucede, por eso muchos de los hechos acaecidos en el pasado recobran vigencia, por no apuntar que son permanentes, es decir, que trascienden generaciones, no intentando revivirlos, sino que tenemos en frente la oportunidad de comprender y reflexionar.
En estos días que dolorosamente se conmemoran sucesos como el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa en 2014 y la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, observamos el recuerdo que pervive, que indigna y que resulta decepcionante que aún no se hayan logrado esclarecer las acciones llevadas a cabo en ambos casos por los aparatos policiales y militares del Estado. En la búsqueda de la verdad, de la resistencia al olvido, encontramos que el enemigo de la memoria es la manipulación y la mentira cuando se intenta tergiversar lo que la realidad no puede negarse, sin embargo, es del abismo de la negación de donde intentamos rescatar un atisbo de verdad; al día de hoy seguimos recolectando anécdotas de estos hechos que parecen lejanos, en donde algunos al ser testigos secundarios se hacen copartícipes de esta evidencia que se vuelve propia, de tal manera que se suma a nuestro deber mantenerla en la memoria.
Por eso, las expresiones manifestadas son una forma de recuperar el recuerdo para traerlo al presente como un acto que invita a reforzar la conciencia colectiva, aquella que nos une y quizás también se convierte en un buen momento para detenernos a pensar qué tanto hemos contribuido a mantener esta memoria viva.