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Imposible no sentir zozobra e incertidumbre. Son días aciagos, los vientos de una tormenta venidos de muy lejos han alcanzado nuestra embarcación y la remecen como cáscara de nuez en un agitado océano. Así se encuentra nuestro barco, México, ante el embate de la pandemia de un coronavirus que no da tregua y parece que, como vaticinan los expertos, permanecerá mucho tiempo entre nosotros.

Dejemos de lado si reaccionamos temprano o tarde ante la emergencia, también si nuestras cifras son menores que las de otros países. Lo cierto es que al grave problema de salud, que está por desbordarse al llegar los contagios a su punto más crítico, se agrega el de la economía global en recesión, que ha contagiado a la nuestra y hoy enfrentamos: parálisis de empresas, desempleo galopante, moneda en declive ante el dólar, petroprecios en picada y, lo peor, sin un salvavidas para quienes pueden achicar nuestra nave que empieza a hacer agua por la obra viva.

Los buenos capitanes saben (o deberían saber, porque es su responsabilidad) sortear estos mares tempestuosos. ¿Cómo? Infundiendo confianza en sus oficiales y en toda la tripulación, manteniendo el rumbo (o cambiándolo, según sea el caso), con un buen timonel de combate, maniobrando a barlovento o sotavento, o bien echar el ancla en un buen fondeadero hasta que amaine la tempestad.

Solo entonces ordenará levar anclas y pedir máquinas a full para reanudar la travesía hasta atracar en puerto seguro.

Pero dije los buenos capitanes, porque los hay quienes suben al puente de mando sin los conocimientos y experiencia necesarios para navegar incluso en calma chicha, y al toparse con un mar embravecido se refugian en el primer puerto de abrigo que avisten en su derrotero, sin embargo, cuando no surge alguno pueden llevar a su nave al naufragio.

Ningún integrante de la tripulación –desde el segundo de abordo hasta el último marinero o fogonero–, por inconforme que esté con su comandante, desea la vuelta de pantoque porque, como ya se dice con frecuencia: todos estamos en el mismo barco.

Y una máxima en la naval (y en el ejército) es la subordinación al mando, principio que permite que la organización a bordo, establecida en el Plan General del Buque, se observe y cumpla al pie de la letra.

Estamos a tiempo de corregir rumbo y evitar que el ejercicio del mando, definido como el arte de persuadir y disuadir a las personas para que se obtenga de ellas la obediencia, se convierta en imposición, es decir, obligar a otros a que hagan lo que le conviene a quien ejerce el poder.

Solo así se podrá salvar la nave del naufragio, o al menos a la mayoría de tripulantes, porque, fieles a nuestra idiosincrasia, no hay suficientes embarcaciones para abandonar el buque, ni chalecos salvavidas que nos mantengan a flote en este mar contaminado por el coronavirus. ¡Que el dios de los mares no proteja!

Anexo “1”

21 de abril sin festejos

El pasado 21 de abril se cumplieron 106 años de la heroica defensa del puerto de Veracruz, a cargo de cadetes de la Escuela Naval y civiles. A diferencia de otros años, en este no hubo la ceremonia tradicional con que se recuerda esta gesta histórica que ha hecho suya la Armada de México. El martes, en un mensaje que recordó la efeméride el secretario de Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán, exhortó a los cadetes abrazar a nuestro país con esfuerzo, compromiso y entrega absoluta, y como aquel 21 de abril de 1914, ante el llamado del comodoro Manuel Azueta: “¡A las armas muchachos, la Patria está en peligro!”, pidió que estas armas ahora sean la disciplina, la solidaridad, la valentía y la responsabilidad y que los héroes navales sean la mejor guía en estas días en que el país enfrenta la pandemia del coronavirus Covid-19.

Por cierto, la Secretaría de Marina terminó de acondicionar dos de sus instalaciones médicas para recibir a enfermos de Covid-19 que acudan voluntariamente para ser atendidos. Se trata del Centro Médico Naval y el Centro de Estudios Superiores Navales en Ciencias de la Salud, ambos en la Ciudad de México, en donde hay 432 camas y espacios listos para ser activados en unos días para responder a los primeros casos de civiles afectados por el virus.

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