Nacer en la lectura
Cristóbal Campos: Nacer en la lectura
A quienes leen
y encuentran la razón de su ser
Uno de los cuestionamientos, cuya respuesta ocupa a quienes se dedican al fomento de la lectura es ¿cómo generar interés en las nuevas generaciones para que desarrollen el gusto por leer?, y no es para nada una pregunta sencilla, ya que entremezcla una serie de aspectos a analizar para poder argumentar, al final de cuentas, que muy probamente la gran mayoría de quienes leen a conciencia y placer, sintieron el despertar de su gusto en un momento determinado de sus vidas. Siendo en principio el acto lector un hecho íntimo.
Estas ideas surgen mientras leo “Los días y los libros. Divagaciones en torno a la hospitalidad de la lectura” (2023), de Daniel Goldin, donde el autor ha reunido una serie de ensayos que lo posicionan ante su proceso personal de enamoramiento de la lectura y por ende de la escritura. De manera particular, en el ensayo “Los días y los libros”, Goldin narra su acercamiento primero a los libros y plantea valoraciones tras algunas décadas de sus iniciales lecturas que, como él indica, no eran del todo conscientes, pero dejaron huella en su ser.
Goldin fue afortunado al poder disfrutar desde su infancia del ejemplo de su padre, un ávido lector, quien sin saberlo fue marcando el camino futuro de su hijo. El autor recuerda que en determinado momento comenzó a enfrentarse a uno de los dilemas mayores que toda y todo lector debe sortear, así Daniel dice: “Ya padecía la eterna disyuntiva que sufrimos todos los lectores: querer acabar rápido el libro y desear que nunca termine. Quería devorar los libros, aunque sabía que no había mayor deleite que quedarse en ellos”.
Para Goldin el camino por las letras se fue volviendo un acto más consciente mientras se adentraba al mundo de la escritura, su vida laboral comenzó también a girar en la órbita de las palabras escritas. El ensayista y editor mexicano afirma que: “Hoy, leer y escribir me parecen dos formas del pensamiento, de la comunicación, pero sobre todo de crear el mundo y estar en él”. Su testimonio da fe de cómo un lector nace gracias al ambiente familiar que, quizás sin premeditarlo, sembró la semilla que con el tiempo floreció. No podemos decir que la fortuna de Goldin es generalizable, pues sabemos que las condiciones económicas y culturales de cada familia y comunidad marcan en gran medida las prácticas de la lectura, cada uno ha tenido una experiencia propia y, aunque sí existen líneas que pudieran unir los casos de vida, es un hecho que el leer parte de la subjetividad y el sentir íntimo de cada uno.
Las razones y los contextos en los que nacen los y las lectoras son indicadores que hoy pudieran ayudar a comprender ese instante en que uno se reconoce a través de las letras y encuentra en ellas aquello que no halla en ninguna otra parte, quizás sea como una epifanía o un proceso largo que se construye con el devenir de los días.
En lo particular, ya he narrado sobre el viejo librero de mis padres y algunos de los ejemplares que contenía, falta aún contar sobre las revelaciones entre intereses personales, la lectura y la consciencia social, pero por lo pronto la lectura de “Los días y los libros”, de Daniel Goldin, va estimulando los recuerdos y alguna que otra conjetura preconcebida sobre nuestro nacer en la lectura.