¡Pa, pa, pa!

La magia de la vida, columna de David Ojeda Correa.

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Con un sonido gutural mi bebé de año y medio dijo algo así: ¡pa, pa, pa! A la vez que señalaba una pequeña hormiga que pasaba por el piso. Ya vi, le dije, mientras con su diminuta mano me daba repetidas palmadas con desesperación. ¡Pa, pa, pa! Me volvió a decir mientras señalaba a dicha hormiga, así que me tiré junto con él al piso para verla de cerca percatándome lo interesante que verdaderamente se ve una hormiguita mientras carga una hoja a sus espaldas.

Regresé la mirada hacia el bebé que me volteó a ver mientras abría su boquita en señal de sorpresa, pues algo que para nosotros es tan cotidiano, que pasa desapercibido y que ya no nos maravilla, resulta ser, para los ojos de una personita que apenas conoce el mundo, una gran aventura. ¡Pa, pa, pa! Me gritó también el otro día, lo miré y noté que me señalaba una flor. ¡Pa, pa, pa! También me dijo mientras me jalaba hacia él para que admirara una sombra que se hacía en el muro y reflejaba las plantas del patio. ¡Pa, pa, pa! Me insistió aquella vez mientras lo cargaba por una de las calles del centro mientras me señalaba a un señor sin hogar que se encontraba acostado durmiendo en el piso entre los charcos y mosquitos que la lluvia había dejado. 

Me percaté entonces de lo ciego que estoy, de cómo he olvidado y enviado a mis ojos sólo la información de aquello que quiero ver, conocer y admirar, pero que ya no me dejo sorprender por este mundo para protegerme de las emociones fuertes: felices y dolorosas. Entonces… ¡Pa, pa, pa! Me digo ahora para todo momento intentando ver las pequeñeces de lo que me rodea, pues su mirada inocente me enseñó que todo es una perspectiva y que cuando lo vemos con esos ojos nos maravillamos de todo.

¿Qué habrá pasado con ese yo que quería cambiar el mundo? ¿Con ese chico que fantaseaba con sus sueños? ¡Sigue ahí! Ese yo sigue guardado, pues no está deshecho, solamente dormido y esperando ser despertado, porque aún tengo la capacidad de asombrarme, sólo que lo he olvidado. Todavía tengo la capacidad de quedarme con la boca abierta al descubrir lo que pasa en el mundo, lo que ocurre en mi propia casa.

Realmente la única diferencia entre ese yo soñador y el de ahora, es que ya tengo un poco más de madurez para tomar decisiones, para crear estrategias, para ahondar en mis sueños, eso es muy positivo, pues solamente tenemos que ponernos manos a la obra. Si resulta que tú eres muy como yo, pues estabas dejando de mirar el mundo, por favor, presenta un poco de atención, no vaya a ser que te estés quedando ciego y vayas a permitir que tu brillante ser no admire el mundo, no lo cambie, no los transforme ahora que ya tienes las facultades para empezar a hacerlo. Recuerda, ¡pa, pa, pa! 

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