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El conocimiento de uno mismo resulta complejo y difícil dentro de nuestra mente interpretativa de la realidad que se enfrasca en buscar explicaciones de cada una de lascosas que nos ocurren.

Muchas personas son realmente analíticas y dan vueltas mentales tratando de entenderse o entender su entorno mediante el porqué de las cosas, el porqué de la vida e incluso el porqué de su función. Así fui, un buscador del porqué, cual niño pequeño intrigado por el mundo que analiza cada aspecto de su existencia. Justamente el llegar al porqué de la vida fue una de esas motivaciones que me llevaron a estudiar medicina, quería entender cómo funcionamos, cómo se mueve el cuerpo, cómo los órganos hacen sinergia, por qué somos como somos, pero, luego, ya adentrado al mundo del médico, me di cuenta que entender los procesos químicos del organismo no es comprender a las personas, al menos no desde su realidad o desde su ser más profundo.

La realidad se divide en 4 momentos; el primero es el suceso ocurrido, luego la interpretación que le damos a ese suceso, seguido de lo que sentimos con aquello que interpretamos y, por último, la acción que vamos a realizar con lo que hemos sentido. Al darme cuenta, como médico, de estos 4 componentes de la realidad, es que me percaté también de la poca utilidad de buscar el porqué de la vida y me adentré al estudio de la psicoterapia hasta por fin comprender que, para conocernos, para entender nuestra realidad había que hacernos una pregunta muy diferente: el ¿para qué?, ya que la realidad puede ser cambiada al momento de mirar esta pregunta.

Recordando los 4 puntos que generan la realidad podemos llegar a lo siguiente: ocurre un suceso no modificable, luego viene nuestra interpretación, luego viene lo que siento y de último lo que hago. Por tanto, sucede algo; lo interpreto, ¿para qué lo interpreto de esa manera?; luego siento, ¿para qué lo sientes?; después hago al respecto o no lo hago, ¿para qué lo haces o lo dejas de hacer?

Con el para qué podemos no solamente comprender la realidad, sino también modificarla. El suceso no es cambiable, pero la interpretación sí y, con ello, nuestra emoción y los actos que cometamos. Todo gracias a entender el para qué y no el porqué.

El para qué es la pregunta que nos lleva a la res- puesta certera de nuestra existencia. ¿Para qué lo hice? ¿Para qué lo dije? ¿Para qué lo pienso? ¿Para qué lo sufro? ¿Para qué me enojo? ¿Para qué me molesta? Bajo este para qué, es que le he puesto un enfoque psicoterapéutico a mi consulta médica, pues el ser humano es biopsicosocial (biológico, psicológico y social), utilizando solamente el porqué de la medicina no se logra llegar al todo del individuo.

Entonces, si algún día deseas conocer tu realidad, incluso modificarla, no dudes en preguntarte el ¿para qué? Si algún día interpretas algo, duda con el ¿para qué? Si en algún momento te extraña una acción, pregúntate ¿para qué lo hago? Y, de esa manera, podrás conocerte más profundamente y con mayor sinceridad.

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