|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No dispongo de estudios formales en el área de la filosofía, sin embargo, debo de recurrir a un término próximo a ella y que se utiliza en diferentes disciplinas, tales como arquitectura, pintura, artes gráficas y decorativas, etc., que involucran diversos aspectos de épocas e influencias culturales y ahora ha trascendido a otras ciencias: me refiero al eclecticismo (del griego eklegein, “escoger”), que proviene de una corriente o escuela filosófica que parte del orden o mejor dicho “desorden” de no sujetarse a paradigmas ni axiomas previamente determinados. Una de las características del pensamiento ecléctico es escoger referencias, ideas y otras valoraciones filosóficas, artísticas, políticas, sociales, económicas, etc., entre otras corrientes y escuelas de opinión, mezclarlas conforme a determinados criterios para lograr ciertos resultados, salvo corrección del Dr. José Luis Ripoll Gómez, columnista de este periódico, experto en el tema y considerado, por no pocos, como un espléndido divulgador de la filosofía en la región.

En muchas ocasiones se ha usado al concepto ecléctico como una falsa solución con el supuesto espíritu conciliatorio entre diferentes lógicas divergentes a los problemas de la sociedad, que lo denomino como “el eclecticismo de los hombres y mujeres del poder”; es en este ámbito, en el que concurren discursos tan discrepantes que pareciera que nunca lograrían el acuerdo -ni sus propuestas son dignas para la profundización-, sin embargo, algo acontece y se alcanza la decisión de la “salvación” y el ciudadano queda con la insatisfacción. Por ejemplo, si la consideración es dirigir un país, un estado o un municipio, existe la tentación de colocar en las áreas de recaudación, economía, infraestructura y servicios a personas próximas al ideario neoliberal, mientras que para las de distribución de la riqueza se ponderarían personas con perfiles socialistas, comunitarios, cooperativistas, etc.

Sin embargo, el origen del problema se presenta desde la arena electoral, los partidos políticos no se sujetan a sus convocatorias, ni a sus estatutos, menos a sus principios básicos: las “razones” de tipo ecléctico son cada vez más socorridas para tomar decisiones en función de determinados intereses, que se han convertido en las “sirvientas de los negocios” -con todo mi respeto para esas trabajadoras- y por eso a los decididores no le interesa la naturaleza, ni la realidad social y política, sino que encuentran fundamento entre interpretaciones generales dictadas por la clase política superior, la de las fortunas financieras; procuran obtener deducciones y reglas mágicas concretas para la conducta humana con el aparente fin de obtener resultados electorales satisfactorios.

El éxito de las políticas públicas es consecuencia del pensamiento de sus diseñadores e implementadores, eso es claro, pero el conflicto surge, por ejemplo, cuando en un gobierno de corte progresista sirven personas -nombradas por antineoliberales- que simpatizan, pidieron el voto, fueron legisladores y votaron a favor de leyes neoliberales y después gobiernan contra su pensamiento y emociones; así que si el gobierno debe resolver en algún sentido, ni sus funcionarios, ni sus legisladores serían confiables; el pensamiento puede ser ecléctico, las personas solamente desvergonzadas.

Lo más leído

skeleton





skeleton