Que no sea un día
David Ojeda: Que no sea un día
Nuestra vida lleva marcas, mensajes interiores que determinan nuestras acciones bajo un pensamiento generado por nuestro pasado y presente. Sin duda, la gente a nuestro alrededor deja huella, nos marca tan profundo que las llevamos cual tatuaje en el corazón y, entre todas las personas que han firmado nuestra alma, sin duda se encuentra mamá, cuya sonrisa, cuyos anhelos, cuyos consejos y opiniones van pegadas a nuestra vida día tras día, al grado que, aunque no esté físicamente presente imaginamos qué podría estar haciendo ella en nuestro caso, usamos sus enseñanzas minuto a minuto, anhelamos su mirada, deseamos su cariño constante.
El amor a mamá puede ser inmenso e intenso pero jamás podrá compararse con el amor que ella le tiene a sus hijos. Si bien existe un día para celebrar a nuestra madre y todo el amor que hay entre nosotros ella celebra a sus hijos con cada visita, cada palabra y cada éxito. Mamá es nuestra primera mejor amiga, nuestra primera confidente y sin dudarlo la más grande de todos.
Tan amiga que no importa cuántas veces caigas en errores siempre seguirá ahí para tí, es nuestro primer amor y uno que llevaremos en la mente hasta el final de nuestros días, la única persona capaz de perdonarnos sinceramente. Pero si ella celebra a diario a sus hijos ¿Por qué tenemos que fijar un día para ella? ¿Por qué no pueden ser más de uno los días para nuestra madre? A mamá hay que quererla siempre, hay que enviarle un mensaje de vez en cuando, visitarla cada vez que sea posible, escuchar todo lo que tenga que decir, aunque quizá no estemos de acuerdo. A mamá hay que tenerle confianza, hay que velar por sus emociones y alegrarse por sus risas. A mamá se le busca y también encuentra.
Mamá no es la que te da a luz, es la que da luz a tu vida, quien te protege a diario aunque estés lejos, quien aunque tengas 40 años te sigue educando y queriendo hacer tu comida favorita. Que no sea un día solamente el que le regalemos, ella merece mucho más, ella desea mucho más y quizá tampoco lo diga pues estoy seguro que no hay corazón más grande que el de una madre amorosa.
Este año ha sido difícil, estuve más lejos de mi mamá que nunca en la vida consumido por el miedo a poder contagiarla, además de ello me casé, me fui de casa, la vida cambia pero el amor sigue. Y sin duda se los digo, no hay voz que más arrulle a mi alma que la de mamá cuando la escucho, no hay mirada que más ilumine una mañana que la de su rostro que se llena de una sonrisa al verme que me muestra el brillo del diamante que lleva en el alma.
A todas las madres, pero muy en especial a la mía, muchas felicidades.