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No hay violencia más atroz que el silencio. Ese silencio que permite todas las demás violencias que se ejercen a la vista de todos. Ese silencio que amordaza a miles de mujeres y les prohíbe hasta el susurro de auxilio. No existe violencia más mezquina que el entregar a una niña en matrimonio a la sociedad machista para el cuidado y protección de su moral. En esta tierra no hay violencia más inhumana que la prohibición del placer con la mutilación de un cuerpo en primavera disfrazado de tradición.

Qué violencias tan infames viven las mujeres al ser intercambiadas por una vaca; al caminar de regreso a casa al terminar la jornada diaria y ser atacadas para poseer sus cuerpos, por la creencia de estar al servicio de ellos. Lágrimas eternas que familias enteras derraman porque los cuerpos de sus mujeres son tirados como despojos de lo que alguna vez fueron vida. Qué desgracia cubre nuestra dignidad que por el sólo hecho de ser mujeres puede ser pisoteada sin reparo. Qué agonía sufren nuestros derechos cuando son violentados por ser el “sexo débil”.

Las mujeres en todo el mundo hoy siguen siendo atacadas, ultrajadas, sometidas, violadas, golpeadas, mutiladas, torturadas, silenciadas por la creencia de lo que “deben ser”. Quisiera que todo esto fuese mentira, pero si así lo fuera el “Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra Niñas y Mujeres” (25 de noviembre) no tendría cabida.

Qué dolor me invade al leer los nombres de las que hoy ya no están con nosotras porque murieron a manos de “alguien” que se creía dueño de ellas. Niñas desaparecidas, explotadas sexualmente, brutalmente asesinadas; hijas que hoy, mientras escribo estas líneas, ya no regresaran a casa. Hermanas que viven infiernos dentro de las paredes de sus hogares. Activistas que se atrevieron a gritar y que hoy ya no pueden hacerlo más. Mujeres que cada día solo quieren sobrevivir.

No hay violencia más atroz que el silencio. Ese silencio que encubre a familiares abusadores, padres violadores, jefes que acosan. Estas violencias existen, son parte del día a día de las mujeres. A veces “son pequeñas”, como la brecha salarial, y en otras es mortal, como el feminicidio.

Todas estas violencias que ocurren, y aunque tal vez no junto a ti que estás leyendo esto, afectan a todos en nuestra sociedad. Porque nuestros derechos como mujeres siempre penden de un hilo y siempre estarán a disposición y beneficio del machismo hasta que logremos lo contrario. No hay forma más decente de pintarlo porque nuestra sociedad es así y hablar de forma bonita al respecto es caer en el juego del “no está pasando nada” y está pasando mucho. De México a Irak, de los católicos a los musulmanes, no hay descanso para las mujeres que hoy luchan por sus derechos que deberían de ser innatos.
Qué violenta es la indiferencia cuando piensas “es que a mí no me va a pasar”.

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