Razones para no pisar a un caracol
Julia Yerves: Razones para no pisar a un caracol
Si las personas caminaran por la vida con un letrerito apenas legible donde señalasen sus debilidades, quizá la empatía universal comenzaría a correr con la misma libertad y cadencia con la que lo hace el viento; naturalmente. Y no me refiero a un tipo de señalamiento que pueda resultar una oportunidad para el aprovechamiento y destrucción del otro; sino una descripción de motivos por las cuales nuestra integridad interna debe ser respetada.
Algo así como un manual de trato. En el mío pondría que soy visualmente distraída pero siempre atenta, que recordaré cada palabra que se me diga siempre y cuando se pronuncie con honestidad. Que mi mente y mis emociones son un paraíso que no quiero compartir con cualquiera, y que no tolero los ojos tristes porque me desarman. ¿Cómo serían tus etiquetas narradas? ¿Apelarías a lo físico, o te centrarías en los manuales del trato cordial? ¿Preferirías que se te dirija la palabra u optarías por el diálogo con unos ojos lo suficientemente comunicativos y libres para no comprometer tu energía?
“Razones para no pisar a un caracol” es un poema de la autora mexicana Isabel Zapata. Se encuentra contenido en su libro Una ballena es un país (2019), y en él encontramos una lista de once razones por las que no deberíamos pisar un caracol. Es una escritura fresca y hermosa, como la esencia de quien escribe. Pero también se trata de un juego sutil con efectos profundos. Por ejemplo, ¿qué sabes de los caracoles?
Entre sus motivos encontramos que no deben ser pisados “Porque su concha crece con ellos. Porque su baba quita las arrugas. Porque el papa Pío V dijo que eran peces para poder comérselos en cuaresma. Porque duermen siestas de una semana. Porque caminan con el estómago. Porque crujen, pero saben amar sin rigidez.”
No se les verá de la misma forma. Antes bien se considerará que desde abajo y con su movilidad desafiante del tiempo y las rutas, carecen de malas intenciones. Están, más bien, para ser protegidos e imitados. No comidos, porque disfrazarlos de peces es pecado. ¿Somos como caracoles? Es probable. Llevamos una infinidad de cualidades y motivos por los cuales no debemos ser pisados, y también crecemos moviéndonos a ritmos independientes.
Como ellos, nos relacionamos con el mundo y también tenemos órganos, texturas y células. Solo nos faltaría en la práctica y probablemente en el letrerito personal, como indica la escritora Isabel Zapata, aprender a amar sin rigidez.