Reclamos de víctimas de la Guerra Sucia
Daniel Uicab Alonzo: Reclamos de víctimas de la Guerra Sucia.
El evento del miércoles en el Campo Militar número 1 se perfilaba para el lucimiento del Gobierno y hasta del Ejército: el inicio de actividades de la “Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de los Hechos Ocurridos entre 1965 y 1990”, entre los que destacan: el asalto al cuartel del Ejército en Ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, los movimientos estudiantiles de 1968 (Tlatelolco) y 1971 (Halconazo), y las luchas sociales de la guerrilla ocurridas en Guerrero.
Pero lo que se anunció como un acto de reconciliación, con la presencia de familiares de víctimas civiles y parientes de militares caídos, terminó en reclamos de los primeros por el anuncio del General Secretario de la Defensa Nacional al señalar que el Presidente autorizó inscribir en su muro de honor los nombres de los soldados que perdieron la vida en ese periodo. Fue como hablar de la soga en casa del ahorcado, porque enseguida vinieron los reclamos, con gritos y pancartas.
Tania Ramírez Hernández, cuyo padre fue desaparecido el 9 de junio de 1977 y visto por última vez en el Campo Militar 1, calificó los dichos del general Luis Cresencio Sandoval de “provocación e indignante” al considerar que “no se puede poner en el mismo nivel a los desaparecidos que a quienes los reprimieron”. Cito de manera muy breve dos testimonios de familiares de las víctimas que hicieron uso de la palabra.
Micaela, hija de Lucio Cabañas Barrientos, narró ante el presídium, cómo, tras la muerte de su padre, el 2 de diciembre de 1974, su familia fue detenida, su madre, una adolescente de 14 años, fue ultrajada; detalló el calvario que sufrieron por años con la tortura física, moral y sicológica, y muchas otras violaciones, incluida la sexual, y los esfuerzos por “invisibilizar” a su familia. Alicia, hija de Alicia de los Ríos Merino, detenida el 5 de enero de 1978 por la Brigada Especial, habló de“vuelos de la muerte” entre las costas de Guerrero y de Oaxaca. Dijo que, pese a la cárcel y el miedo, han narrado sus historias frente a sus abuelas, frente a notarios, a presidentes, procuradores y periodistas. Ambas confiaron en que “nuestras verdades van a ser rescatadas y que el acceso a la justicia va a llegar por fin”.
El titular de la Sedena habló después de ellas, pero al parecer no escuchó con atención las narraciones de Micaela y de Alicia, de otra manera hubiera eliminado de su discurso el párrafo en el que aludió al presidente López Obrador (quizás para quedar bien): “con orgullo les expreso que el propio Mandatario autorizó inscribir los nombres de militares fallecidos con motivo de los hechos del pasado en el Monumento a los Caídos de las Fuerzas Armadas, que se ubica en la Plaza del Servicio a la Patria, como un tributo y un sentido homenaje a los soldados que cumplieron con su deber aún a costa de su vida”. Y vinieron los reclamos de viva voz y con pancartas.
Anexo “1”
Monumento Fúnebre Naval
Desde el año 2003, la Secretaría de Marina-Armada de México estableció en el Museo Naval de Veracruz (sede de la antigua Escuela Naval Militar y el Centro de Capacitación), el Monumento Fúnebre en Memoria del Personal Naval, para inscribir ahí los nombres de marinos muertos en actos del servicio en las unidades operativas desempeñando una función o misión específica, que su muerte suceda como consecuencia de: ataque enemigo, actos terroristas o de sabotaje, accidentes terrestres, aéreos o navales, como los naufragios.
Ahí figuran, entre otros, los nombres de Francisco Javier Lira Ruiz y Silvano Cenobio Cruz Martínez, dos marineros que pertenecían a la Compañía de Infantería de Marina número 9, entonces con sede en la Ciudad de México, quienes murieron durante un ataque al Centro Médico Naval (el antiguo ubicado en el Boulevard Adolfo López Mateos, frente a las instalaciones de Televisa San Ángel), el 22 de agosto de 1975, precisamente en el marco de la llamada Guerra Sucia”.
De este hecho y otros ocurridos en Guerrero con la guerrilla de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez nos enterábamos y nos alertaban los mandos en aquellos años cuando comenzábamos nuestro periplo a bordo de los buques de la Armada, precisamente en Acapulco.