¡Gracias Señor!
Columna de Roberto Díaz y Díaz: ¡Gracias Señor!
En este año que termina, sólo pueden brotar de mis labios las palabras ¡gracias Señor!. Gracias Señor, por todo lo que me diste y gracias por todo lo que me quitaste. Porque me diste lo que me hacia falta y me quitaste lo que me iba a perjudicar; pero necio de mí, no entendía tu mensaje y lo mucho que tu me quieres en cuidarme y protegerme. Me mostraste que debo de disfrutar lo que tengo y no tener apego a lo terrenal. Que en esta vida todos estamos de paso, y lo único seguro es la muerte.
Me mostraste mi debilidad para aceptarme, y a poner mi felicidad en tus manos. “Me enseñaste a paladear el instante que vivimos”. Gracias por este año, que esta semana termina. Quiero darte las gracias por mis brazos perfectos, cuando hay tantos mutilados por las guerras y por el dolor entre hermanos. Personas que se esmeran en lastimarse los unos a los otros; matrimonios que tratan de ser infelices; familias enteras que se dedican a destrozarse en vez de buscar la paz, la concordia y la armonía.
Te doy gracias por mis ojos, que me regalaste para disfrutar de la belleza de la naturaleza, cuando hay tantos ciegos en lo espiritual, porque no valoran lo que tienen y sólo sufren de lo que carecen. No ven la pareja que les diste para ser felices; ignoran a sus hijos, frutos de su amor que les regalaste y, en lugar de amarlos, se vuelven expertos en lastimarlos; y no valoran a los padres que les prestaste, no los respetan ni les dan su amor, quiera Dios que para verlos, no tengan que llorarlos.
Gracias, porque tengo un trabajo y por lo que a diario me das y debo de valorar; cuando hay tantos que no tienen ni un pedazo de pan para satisfacer sus necesidades. Y uno, soberbio, sólo quiere más de lo material. Se nos olvida que “el alma no crece cuando le sumamos, crece cuando le restamos”.
Este año voy a usar la frase de San Francisco de Asís, para recordar la pobreza espiritual y esperar la dicha celestial, diré todos los días: “Yo necesito pocas cosas, ylas pocas cosas que necesito, las necesito poco.” Gracias porque tengo un hogar para regresar cuando terminan mis labores, porque ahí me esperan: el amor, el afecto y la comprensión que es MI FAMILIA, cuando hay tantas personas que no tienen ni un techo; o lo que es más triste, cuando lo tienen, no lo valoran y dejan que ahí reine el odio, la intriga y el desamor.
Me comprometo este año en darle más importancia a lo esencial y no a lo urgente; en dar amor manifestado a mis familiares, pareja, hijos y hermanos. Gracias porque en este año, nos diste tu perdón, tu pan y tu palabra, manifestada en tantas personas que nos rodean y a diario nos las regalaste con servicio y entrega. En mi pareja sentí tu amor, en mis hijos tu afecto y en mis hermanos tu calor y amor incondicional.
¡Gracias Señor! Gracias padre, por tener poco que pedirte y tanto que agradecerte. Gracias padre, por la vida, que a diario me enseñas a vivirla y disfrutarla. Gracias padre, por el amor, la amistad y la salud. Gracias padre, porque, en una palabra, he aprendido a decir ¡Gracias!