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El Covid-19 no es la única crisis con la que tuvimos que lidiar en el mundo durante el 2020, ya existían otros problemas globales que, a pesar de tener dimensiones considerables, la terrible pandemia de la cual aún no nos libramos consiguió hacer que parezcan pequeños. Pero debemos tener cuidado, porque descubriremos que no solamente no eran pequeños, sino que además se han agudizado.

El Fondo Monetario Internacional y otros organismos pronostican que este 2021, cuyos albores estamos descubriendo apenas, podríamos experimentar la peor recesión económica desde 1930. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha reportado que la desigualdad en los países desarrollados ha alcanzado su mayor nivel en 50 años. La Organización Meteorológica Mundial advirtió que en los próximos 5 años, de no reducir drásticamente las emisiones causantes del calentamiento global, la temperatura promedio anual podría incrementarse más de 1.5 grados Celsius por encima de los niveles pre industriales, lo que nos llevaría a sufrir impactos catastróficos.

Ahora que algunos laboratorios han obtenido las aprobaciones necesarias, y se encuentra ya en proceso de distribución y aplicación dela vacuna contra el Covid-19, la esperanza ha entusiasmado a muchas personas y con renovado optimismo piensan que está muy cercano el día de volver a la normalidad. No es mi deseo apagar esa luz que muchos ya ven, todo lo contrario, pienso que la esperanza es un instrumento de alto valor para disponerse positivamente a enfrentar el futuro, pero también creo que una buena dosis de realismo asegura mejores resultados.

Se habla mucho de un reinicio, como si se tratara de encender nuevamente una computadora que apagamos durante un tiempo, y con esa sencilla acción todo empezará a funcionar tal y como lo dejamos anteriormente. Pero esta figura retórica no es aplicable al momento que vivimos, necesitamos, además de apretar el botón de inicio, una nueva tarjeta madre y un nuevo sistema operativo, ya que los que dejamos atrás están obsoletos.

No tendría sentido reiniciar un sistema disfuncional, necesitamos activar una actualización del modelo, uno más ágil y más eficiente, uno que sea socialmente inclusivo, más justo y humanitario, un modelo que preserve la habilidad de nuestra casa común para continuar alojándonos a todos.

En las empresas, necesitamos crear avances innovadores, que nos permitan reconfigurar desde los cimientos el modelo de negocio, las estructuras de soporte y la dinámica de industrias enteras.

Es hora de pensar en grande y con audacia, para construir nuevas cadenas de valor, que sean verdaderamente benéficas para las personas, para la sociedad y para el planeta.

En el nuevo sistema operativo, tendría que reinar una economía mesurada, que persiga la creación de más valor económico, pero también social y ambiental, optimizando todos los recursos que se tienen al alcance. Tenemos que aprender a hacer mejor las cosas, mediante un aprovechamiento integral y sostenible de los recursos, que genere el máximo valor posible a todas las partes involucradas, y que responda a la nueva realidad.

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