Replantear la estrategia de vacunación
El Poder de la Pluma.
La campaña de vacunación en contra del Covid-19 no ha sido un tema sencillo de digerir y asimilar por la población. Probablemente salvo la Ciudad de México, son pocas las zonas urbanas en las que se ha aplicado la vacuna a la población. La estrategia planteada por el presidente de la República implica cubrir primero las zonas rurales -incluidas aquellas poblaciones alejadas y aisladas-, esgrimiendo un argumento de “justicia social”, que a la vez impide que la inoculación pueda darse en la mayoría de las ciudades del país.
Como “justicia social”, el presidente entiende y expone que si la vacunación no empezara en las zonas económicamente más vulnerables (primero los pobres, dice), la vacunación en las ciudades haría que se rezague y abandone a la población que “más lo necesita”. Pero, ¿realmente las zonas rurales son las que más necesitan la vacunación?
Sin duda es uno de los puntos más complejos en el debate público. Si bien es cierto que históricamente se ha relegado a las poblaciones no urbanas en las políticas públicas, especialmente en lo concerniente al sector salud, también es cierto que son las ciudades las que, de manera natural, congregan a un mayor número de población, con una densidad poblacional además superior a la del campo. Como bien han explicado los epidemiólogos, el Covid-19 se propaga con rapidez de persona a persona, más aún en contextos donde existe una gran concentración e interacción de individuos, lo que es el caso de las ciudades.
Para muchos expertos, la vacunación debió empezar en las zonas urbanas por razones prácticas, pero fundamentalmente por ser éstas áreas las que presentan una tasa más elevada de contagios y de defunciones, sin contar que –dado el deficiente sistema de salud-son a las capitales a donde normalmente se traslada a los enfermos del interior de las entidades federativas, saturando la infraestructura hospitalaria existente.
Vacunar desde ya a quienes habitan en las ciudades no convierte a quienes viven en ellas en ciudadanos de primera, ni a los que viven fuera de ella en ciudadanos de segunda. De hecho, proteger a quienes estadísticamente tienen más riesgo de contagiarse ayudaría a quitar presión al sector salud y poder atender entonces de una mejor manera a la población, independientemente de su lugar de procedencia.
Hay que reconocer que hay mucho de populismo en la manera en que se plantea la estrategia de vacunación y que además hay una falla logística generalizada. No por nada llegan vacunas de más a los centros de salud de las comunidades rurales, que son aprovechadas -cosa que no puede recriminarse- por personas de otras localidades, como las ciudades mismas, pues una vez preparada la dosis correspondiente, ésta tiene que aplicarse o desecharse.
Me parece que aún hay oportunidad de ajustar la estrategia y atacar de una manera más efectiva al Covid. Pero mientras deciden rectificar o insistir, la mejor manera de protegerse seguirá siendo observar las medidas de prevención y salubridad indicadas por las autoridades nacionales e internacionales.