Retratando semillas

Breviario lector, columna de Patricia Carrillo Padilla.

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Julio Cortázar tiene múltiples referencias sobre la fotografía en sus cuentos, como pasa en “Final del juego”. Su estilo narrativo muestra una fusión sutil entre la realidad con lo surreal y metafísico incluso; el papel del arte visual en el plano textual es una especie de caleidoscopio que permite al lector encontrarnos en un túnel de múltiples percepciones.

Uno de los relatos es “Las babas del diablo”, historia que sigue a un fotógrafo aficionado que, sin ser premeditado, captura una escena particular en París: jugando con las percepciones, pareciera haber un gesto íntimo entre una pareja y un hombre desconocido que pasaba por el lugar en ese instante. Este personaje, el fotógrafo, decae en una obsesión en la interpretación de la fotografía: la examina una y otra vez, crea historias a su alrededor, construye pasos de lo que en su logro ha sido detenido en el tiempo y en las hipotéticas consecuencias de los involucrados.

De esta forma, Cortázar juega con la dicotomía del movimiento que es la vida real y la imagen fija de lo que es la fotografía. Si nosotros analizáramos o volviéramos a observar las fotografías que más nos significan o que tomamos hace muchos años ¿recordaríamos todo lo que envolvían más allá de los retratos capturados?, ¿seguiríamos queriendo a las personas, disfrutando los momentos, sabríamos qué sentimientos teníamos en esos momentos? La fotografía es un arte y símbolo. En el cuento de Cortázar hay un recorrido focalizado en un aficionado que logra captar una imagen fortuita a la que le asigna otros significados. ¿Nosotros leemos fotografías? ¿Nuestras fotografías? A veces es complejo verse a sí mismo.

En relación con lo anterior, el pasado martes 9 de julio se realizó la inauguración de la exposición fotográfica “Sembrando semillas” en el Centro Cultural Olímpico de Mérida. ¿El artista? No uno, sino muchos: niñas, niños y jóvenes participantes del Semillero Creativo de Producción Audiovisual de Mérida, que pertenece al programa de cultura federal de semilleros creativos, en donde estos chicos y chicas de un rango de 7 a 22 años aprendieron diversas técnicas de fotografía para aplicarlas, imprimirlas y, finalmente, exponerlas. En su discurso inaugural, Juan Manuel Medina López, coordinador de los semilleros creativos en Yucatán, destacó la importancia de los docentes guía, Mauricio del Olmo y Karla Puch, y a su vez enfatizó algo que no debemos olvidar: estos espacios son para nosotros.

El acceso a la cultura es un derecho humano, pero también es algo que a través de programas como estos se debe fortalecer. Estos días estuvo la exposición en el mismo espacio donde en años pasados estuvieron obras de Picasso o Miró, y hoy es la escena local la que habita nuestra cultura. Cortázar en su cuento habla sobre un fotógrafo aficionado que se obsesiones por hilvanar las potenciales historias detrás de su foto; en Mérida, este julio, pudimos ser testigos de la óptica que niñas, niños y jóvenes fueron capaces de capturar mezclando su visión individual, su técnica y las historias que a partir de hoy también están siendo creadas por ellos.

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