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La semana pasada, en la conferencia matutina del Presidente, el Secretario de Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán, informó que tres elementos de la Armada fueron dados de baja porque la inteligencia naval detectó que robaron uniformes para venderlos a delincuentes. Dijo que los miembros del crimen organizado adquieren cascos, chalecos y uniformes estilo militar en plataformas electrónicas e incluso con proveedores de Estados Unidos que se los envían al país. Afirmó que todos estos sitios están bajo investigación.

Hemos comentado que la venta de uniformes, insignias y equipos militares sin control no es nueva en nuestro país. Se practica en casi todas las ciudades. Cualquiera, sí, cualquiera puede adquirir desde una gorra, una placa, botas y hasta un uniforme completo (apócrifo, por supuesto) de la Marina o del Ejército. Esto, a pesar de su prohibición legal, pues, como en otras actividades ilícitas, no hay regulación en la fabricación y venta por parte de civiles, y más aún, se les otorgan los permisos correspondientes.

Las tiendas establecidas que venden artículos militares –y suponemos que algunas autoridades– ignoran que el artículo 250 bis del Código Penal Federal castiga la falsificación de uniformes y divisas de las fuerzas armadas o de cualquier institución de seguridad pública, con pena de 5 a 12 años de prisión y multa; tampoco se exige identificación a quienes adquieren esos artículos, a pesar de que el Código tipifica como usurpación de funciones el uso indebido de condecoraciones, uniformes, grados jerárquicos, divisas, insignias y siglas.

Para muchos civiles, sobre todo jóvenes, es atractivo usar prendas militares, particularmente botas y el camuflaje, de ahí que, ante la demanda, haya oferta. Pero la venta de artículos militares, hasta en redes sociales y tianguis, no es asunto menor, porque la delincuencia organizada utiliza, desde hace años, uniformes originales o apócrifos de las fuerzas de seguridad, del Ejército, la Marina y más recientemente de la Guardia Nacional, para operar con impunidad. En algunas entidades incluso se les ha detenido con vehículos clonados.

Pero hay un hecho que también soslayan las autoridades: el uso indebido de uniformes en las corporaciones de seguridad pública. En retenes carreteros o en operativos en la ciudad se puede ver a policías uniformados como soldados, a veces visten el verde olivo, el de campaña (camuflaje) o el pixeleado, incluido casco y armas larga y corta. En diciembre de 2015, el Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) acordó que las policías municipales y estatales y las empresas de seguridad privada no utilicen vehículos y uniformes con colores, imágenes o diseños similares a los del Ejército o la Armada, para evitar que sean confundidos con soldados y marinos, pero sigue ocurriendo.

En esa sesión del CNSP, el entonces Secretario de Gobernación manifestó: “La investidura de nuestras fuerzas armadas es símbolo de orgullo, reconocimiento y confianza entre los mexicanos. Por ello, el objetivo de este acuerdo es distinguir a los integrantes de las fuerzas armadas”. Pero, como sucede con muchas disposiciones, normas y hasta leyes, el acuerdo no se cumple.

Anexo "1"

“Segunda piel”

La palabra uniforme nos hace evocar al soldado, al marino, al policía, al bombero, a nuestro equipo favorito; pero también, el uniforme debe uniformar criterios, actuaciones, objetivos comunes. En las fuerzas armadas es como una segunda piel.

La importancia del uniforme es tal que, por ejemplo, la antigua Policía Federal de Caminos perdió su identidad cuando les quitaron el verde y kaki para vestirlos de azul marino al integrarlos a la ya desaparecida Policía Federal (ahora Guardia Nacional). Aduanas perdió también algo de su impronta cuando retiraron a sus veteranos elementos, que fueron sustituidos por jóvenes uniformados en dos tonos de azul, hoy desaparecidos.En la Marina, no pocos almirantes se resistieron a portar un uniforme gris de dos tonos que a mediados de los 90 suplió al kaki tradicional y cuyo uso ha retornado junto con la cuartelera y distintivos del grado y especialidad.

El Libro de Políticas de la Armada dice que el uniforme identifica a sus miembros y refleja el orgullo de su profesión, inspira confianza dentro y fuera de la institución, lo visten como un estándar visible de la excelencia y reflejo de la organización a la que pertenecen, pero son la doctrina naval y las tradiciones las que uniforman a los navales que, por cierto, poseen más uniformes que el Ejército, en el que predomina el verde olivo.

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