“Una rosa para Emily”
El Poder de la Pluma.
Es un acto natural sentir curiosidad por lo ajeno. Constantemente mostramos interés hacia tales o cuales historias que nos resulten atractivas y sin darnos cuenta caemos en un nivel de conocimiento intuitivo y concluyente sobre los temas más variados: cotilleo en la farándula, el nuevo error del presidente en turno, un acontecimiento familiar o el último rumor de la cuadra. Nos encanta opinar, nos encanta saber.
Pareciera que una historia solo es exitosa si cuenta con los elementos necesarios para generar más interés. Por ejemplo, no basta con saber que un matrimonio conocido ha fracasado, es imperante saber los detalles: cuándo, por qué, quién te dijo, quién se queda con la casa, quién engañó a quién. No podemos evitarlo, la curiosidad se desarrolla humanamente.
En “Una rosa para Emily”, cuento largo del escritor William Faulkner, estamos ante una historia magníficamente contada. Sin demeritar el cotilleo, pensemos en él como una posible narrativa oral que también puede llevar un orden y una estructura. Se comienza con el hecho, se continúa con los detalles previos y posteriores, se aborda el clímax y finalmente se hace un comentario conclusivo sobre el estatus actual de la situación. El cuento que hoy nos ocupa tiene una estructura similar y nos lleva de la mano sin permitirnos salir de él.
La señorita Emily ha muerto y nos enteramos de que por años vivió en la reclusión de su hogar tras haber sido abandonada por un pretendiente. Su padre, con el afán de protegerla, hizo de ella una fortaleza emocional. No mostraba interés por relacionarse socialmente y se entregó al tiempo como quien se ha rendido desde los cuarenta años. Pronto, un hombre aparece y todo indicaba la salvación de la reputación familiar aun cuando la señorita Emily era la única que quedaba viviendo en una casa enorme con Tobe, su sirviente.
La gente comentaba con aires de alivio feliz y otros cortaban el ánimo afirmando que ese matrimonio no sería posible dada la naturaleza nómada del pretendiente. Y así fue. No se supo más del compromiso ni del hombre, y naturalmente las sospechas aumentaron, pues la casa permaneció cerrada despidiendo olores fétidos que alarmaban a la población.
Tras la muerte de la señorita Emily, la vida otorgó el derecho de husmear y la casa fue hurgada en su totalidad. Grande fue la sorpresa del pueblo cuando, en su morbo incontrolable, se encontró el cuerpo del pretendiente en estado de descomposición. La gente no siempre se equivoca.