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Es complicado apelar a la racionalidad del análisis de la guerra entre Israel y Palestina, cuando en redes sociales se comparten videos de niños fallecidos entre los escombros o mujeres raptadas que imploran compasión. ¿Cómo mantener la cordura cuando el horror de las imágenes te rebasa por completo? Cada que leo una noticia o miro otra imagen o video quedo aturdido sin poder teclear palabra alguna. Lo deja tocado a uno tanta miseria, tanta podredumbre. Sin embargo, trataré de plantear un par de ideas, hipótesis que espero puedan servir a la compresión del conflicto bélico.

El ataque de Hamas no representa al pueblo palestino en su totalidad y es condenable sin paliativos. No obstante, no perdamos de vista el escenario completo. El principal responsable de este horror es el Estado Israelí -que tampoco representa a la totalidad de su población-, el cual lleva a cabo una limpieza étnica, un régimen de apartheid en contra de los palestinos desde hace décadas incumpliendo los acuerdos de Oslo y pasándose por el forro las resoluciones de las Naciones Unidas que legitiman el derecho de Palestina de constituirse como un Estado soberano. Israel es un Estado genocida y Palestina merece ser libre.

Hamas es un partido político -que incluso ha ganado elecciones- con un brazo armado que ha cometido actos de terrorismo. ¿Es por tanto toda la resistencia palestina terrorista? Por supuesto no. Esto sería como afirmar que toda la resistencia ucraniana en Kiev es terrorista porque existen grupos neonazis en sus filas. La vara de medir no es la misma para ambos lados. Israel ha bombardeado edificios, casas, escuelas, hospitales llenos de civiles, ¿es entonces Israel una organización terrorista? La clasificación de Hamas como un grupo terrorista es una conveniencia mediática de un grupo de países: Estados Unidos, Israel, Canadá, Australia, etc., con una serie de intereses particulares que tiene la finalidad de criminalizar toda la resistencia palestina. La guerra Israel y Palestina es un conflicto desigual entre un país con toda la infraestructura y poderío militar, financiado por potencias hegemónicas (Israel) y un pueblo (Palestina) con décadas de agravios y sufrimiento ininterrumpidos.

¿Por qué las víctimas palestinas no generan la indignación que las víctimas israelitas? ¿Por qué la desfachatez del activismo perfomativo que sólo coloca la bandera de Israel en sus perfiles? Es una cuestión de enfoque. Durante décadas el tratamiento del conflicto entre Israel y Palestina por parte de los medios de comunicación occidentales y la Comunidad Internacional –esa entelequia que representa básicamente la Unión Europea y Estados Unidos- ha sido ignominiosa. Año tras año, el genocidio, las atrocidades cometidas por Israel han sido silenciadas: derrumbes de asentamientos de población civil, ataques a blancos civiles que no representaba ningún tipo de peligro, el cerco a la Franja de la Gaza que la convierte en la cárcel más grande en la Tierra.

Algunos analistas internacionales afirmaban que una guerra convencional en el siglo XXI ya no era redituable. Antes los bienes materiales conquistados compensaban las pérdidas. Con la complejidad de la economía global donde el mayor activo corresponde a el conocimiento tecnológico: biotecnología, bolsas de valores, inteligencia artificial, procesamiento de la big data, una guerra convencional en teoría resultaba poco factible dentro de la racionalidad humana.

Pero no olvidemos que casi siempre la racionalidad no rige el comportamiento y la estupidez humana nunca tiene límites.

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