Las condiciones materiales de la Salud Mental
Enrique Vera: Las condiciones materiales de la Salud Mental
La salud mental es, sin lugar a dudas, uno de los temas más socializados en redes sociales. La proliferación de publicaciones con fondos color pastel vinculadas a las relaciones de pareja y el bienestar emocional es uno de los rasgos característicos de una generación joven que ha decidido romper el silencio sobre la importancia del cuidado psicológico, y por efecto ha logrado incorporar a generaciones anteriores a la conversación.
Sin embargo, la visibilización de la salud mental no sólo le ha abierto las puertas a las redes sociales, sino también a una mercantilización atroz que a su vez plantea dos trampas perversas en la búsqueda del bienestar psicológico: reducir una problemática social a una responsabilidad exclusivamente individual, donde todo se resuelve sólo yendo a terapia, y soslayar que en nuestro país y buena parte del mundo la salud mental no es un derecho, sino un privilegio.
Asistir a terapia es muy importante, incluso más después del shock vivido con la pandemia. Pero no todos pueden pagárselo. No todos pueden permitirse costearse un proceso terapéutico que aparte necesita de una serie de condiciones materiales relacionadas con la vida misma para poder desarrollarse.
Salud mental es asistir a terapia, pero también es tener un trabajo digno que te permita descansar tus ocho horas, alimentarte sanamente, hacer ejercicio o simplemente no hacer nada. En una sociedad enloquecida, donde hacer no sólo es un derecho, sino una obligación, a veces lo más sano es no hacer nada Sólo así puede tener cabida la creatividad, la reflexión, el cambio y el pensamiento crítico.
El bienestar psicológico implica tener acceso a servicio públicos de calidad: educación, salud, vivienda, seguridad social. Significa que un joven pueda acceder a un empleo después de la universidad que le permita cubrir sus necesidades, que le permita emanciparte de tus padres, formar una familia si así lo decidiese. Casarse pasó de ser una convención a la cual había que revelarse a una imposibilidad producto de la precariedad laboral.
Salud mental es tener una red de apoyos, es pedir ayuda de un profesional cuando lo necesite sin temor a ser juzgado; salud mental es poder decir basta a aquello que nos oprime, tener tiempo para cultivar los afectos, para sanar las heridas, para pensar en un mundo mejor; tiempo para ir a bailar, para unir tu voz a la de cientos o miles de personas en un concierto, para estar con los tuyos; tiempo para despedirse, tiempo para reconocer cuando todo está perdido y volver empezar.
Si la gente no se une para cambiar al mundo no es por sólo displicencia, es porque está cansada, agotada de un trabajo que le explota, que le somete a un estrés insoportable, que le hace consumir cantidades ingentes de cafeína para rendir y pastillas para dormir para poder descansar.
Plenitud, sentirse bien no significa encontrar la “mejor versión de uno mismo”, ni el “éxito” que está en ti, ni todas aquellas falsas promesas que rezan los gurús de la motivación y los libros de autoayuda. Salud mental es tener una vida digna que sea para ti y para todos; tener derechos.
Socializar la salud mental está bien. Ahora vayamos más lejos. Exijamos un modelo de sociedad donde estar bien sea un derecho y no un privilegio.