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Los partidos de oposición se dicen sorprendidos ante el “chapulineo” que se ha acelerado, en los últimos meses, de militantes del PAN, PRI y PRD hacia las filas de Morena. Los frentistas no pueden creer cómo fue que aquellos a quienes consideraban compañeros de mil batallas, hayan decidido, de la noche a la mañana, dar un golpe de timón y robustecer al partido oficial.

Lo que no pueden aceptar esos mismos caciques es la imagen podrida que la sociedad tiene de sus gestiones: verdaderas obras surrealistas plácidamente adornadas de corruptelas y oportunismo. ¿Con qué cara “Alito”, Marko y Zambrano reclaman el abandono que sus compañeros han hecho de los barcos que ellos se aferran a no soltar?, ¿con qué ideas pretenden convencer los señores feudales a los desertores si fueron ellos mismos quienes los incitaron a huir?

Decir que las salidas fueron sorpresivas raya en burla, ya que al hacer un mínimo análisis de las condiciones internas que viven los partidos del Frente Amplio por México, queda claro que se podía saber que la sangría era algo más que esperado.

La cosa pinta fácil: si no había espacios, si escaseaban las oportunidades, si no se honraba la palabra y, por el contrario, se aniquilaba la competencia mediante padrones amañados… El hecho de que apareciera otra opción en el horizonte se vislumbraba como algo demasiado obvio.

Indagar en el génesis de esas “traiciones” que acusan los dirigentes de los partidos de oposición resulta aún más interesante de lo que se ve a simple vista. Los que huyeron fueron cuadros que no tuvieron el apoyo que consideraron merecer, aunque, a ojos de los presidentes nacionales, se trata de traidores que no supieron abrazar la institucionalidad.

Cualquiera que sea la verdadera razón, cada salida representa un golpe certero al corazón de los partidos que padecen una epidemia de tránsfugas, a los cuales, la militancia se les escapa como si fuera arena entre las manos. Por goteo, esos institutos camaleónicos, que tienen el descaro de autoproclamarse paladines de la democracia, se van acercando peligrosamente al acantilado.

Los necios siguen marchando con la misma cantaleta y en la misma dirección, a pesar de corroborar una y otra vez que ese papel no les ha resultado nada provechoso. El PAN como institución no ha ganado nada, al contrario, se ha debilitado de forma dramática. Al PRI lo sostienen viejos alfileres que en cualquier momento se soltarán de la pared. Mientras que al Sol Azteca lo van empujando cual carcacha en subida.

En el 2024, dentro del mosaico de comicios, habrá algunos en donde los panistas enfrentarán a otros panistas vestidos de guida, y donde, también los priistas vivirán una suerte similar. Dice el adagio popular que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo, tal vez esa sea la fórmula ganadora para que Morena arrebate de una vez por todas esas torres que se resisten a caer.

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