Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana (III)

Verónica García: Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana (III)

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El paraguayo Natalicio González se pregunta ¿Dónde termina Europa y dónde comienza América? Nosotros también podríamos preguntarnos ¿dónde termina Estados Unidos y dónde comienza México?

A lo largo de la historia, nuestro país se ha hermanado con otras naciones latinoamericanas a través de sus personajes y su literatura. No podemos olvidar la cercanía entre José Martí y el Benemérito de las Américas, don Benito Juárez, símbolo de la relación histórica entre México y Cuba, en la que se puede destacar el viaje que hizo durante su exilio el apóstol cubano por tierras yucatecas, donde fue sorprendido por la grandiosidad de Chichén Itzá y el Chacmool, recién encontrado, llevándolo, incluso, a vivir un largo periodo entre los mayas de Guatemala. Asimismo, es innegable la aportación de los educadores cubanos como Rodolfo Menéndez de la Peña y Eduardo Urzaiz, así como la influencia del bolero de la isla en nuestra música de trova. De igual manera, podemos mencionar la relación que tuvieron Alfonso Reyes y José Vasconcelos con los intelectuales argentinos, como la tuvo años más tarde Felipe Carrillo Puerto con José Ingenieros, sin importar la distancia que nos separa de la Patagonia.

Pero, todo esto, y lo que aquí se omite por cuestiones de espacio, parece haberse perdido en el tiempo para muchos mexicanos, pues a pesar de tener dos fronteras, sólo se reconoce la del norte.

Muchos mexicanos siguen añorando el “sueño americano”, no es en vano la alta migración de compatriotas a Estados Unidos, donde “todos los problemas se habrán de resolver”. Los jóvenes, por su parte, copian la moda y belleza que ofrece Hollywood, y ahora Netflix y Amazon, y si habrá que aprender un idioma, por supuesto, será el inglés.

Mientras tanto, ¿qué pasa en el resto del continente? En la radio y la televisión mexicana, a duras penas, en la sección internacional, nos enteramos de una que otra noticia de los países latinoamericanos, pero a cambio tenemos abundante información y producciones estadunidenses al alcance de todos; quizá, por eso tampoco tenemos la fuerza de la sociedad civil de Argentina, Perú, Chile o Uruguay, que tienen más fresca la memoria histórica, lo que les lleva a una mayor participación política y social de sus ciudadanos. Es increíble que a pesar de que leímos a Cortázar, Borges, Neruda y Benedetti,en los programas de estudio de nuestras escuelas no tengamos a Bolívar, José Martí y otros grandes pensadores que nuestros niños debieran conocer para recuperar elementos que les ayude en un futuro a construir esa anhelada identidad.

Es algo que José Enrique Rodó dice sobre la conquista moral de Estados Unidos: “La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos (…) de admirarla, se pasa, por una transición facilísima a imitarla”; y Martí nos advierte desde tiempo atrás: “el tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima”.

(Continuará).

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