Una bicicleta descompuesta y la intersección divina

Felipe Escalante: Una bicicleta descompuesta y la intersección divina

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ANFIBOLOGÍA. La Dra. Silvia Hoyos Schlamme remite a esta columna una noticia publicada en cierto periódico local. La información es muy singular: “Tremendo susto se llevaron varios campesinos de la comisaría de Tabi, al ver a una persona dentro de la maleza junto a su bicicleta en estado de descomposición”. ¿Bicicleta descompuesta? -pregunta la Dra. Hoyos con ironía-.

La redacción de esa nota hace suponer, en primer término, que el artefacto de dos ruedas estaba en un proceso de descomponerse, es decir, de desbaratarse. Como segunda interpretación de esa frase podríamos entender que el vehículo estaba podrido cuando lo hallaron esos trabajadores del campo. En una tercera explicación pensaríamos que los campesinos de Tabi hallaron un cuerpo humano en estado de putrefacción.

La poca claridad en la redacción de la noticia que comentamos da lugar a más de una interpretación. Este vicio del lenguaje recibe el nombre de anfibología.

La honda no perdona, con presteza dirige una fuerte pedrada al gazapo, cae el bonito ejemplar y guardamos en la talega la primera pieza de este sábado. Muchas gracias, estimada amiga Silvia.

BARBARISMO. En las redes sociales nos enteramos de la existencia de un grupo de oración preocupado por los efectos de la Covid-19. Dice el líder de esa agrupación: “Para terminar con la pandemia imploramos la intersección divina”. ¡Nooo, eso no es una intersección! Aquí se ha usado una palabra errónea, un vicio gramatical llamado barbarismo. Según el Diccionario de la Lengua Española, el vocablo intersección se emplea en geometría para señalar el punto común a dos líneas que se cortan. Otro significado de esa palabra es “encuentro de dos líneas, dos superficies o dos sólidos que recíprocamente se cortan”. En el habla popular llamamos encrucijada al sitio o punto donde dos caminos se cruzan o se encuentran. Ese sitio es una intersección de los caminos.

En la nota que comentamos debió de decirse “la intervención divina” para que el Buen Dios intervenga o tome parte en el asunto. Y si se desea pedir la intervención de la Virgen María o de algún santo, deberá emplearse el verbo interceder (hablar en favor de otro, o para conseguirle un bien o librarlo de un mal), o sea, pedir una intercesión.

La resortera trabaja con esmero. Un fuerte disparo derriba el gordo gazapo. El peso del ejemplar dificulta meterlo en la buchaca. Logrado este propósito, el sabucán queda hasta el ful, como antiguamente señalaban los medidores de gasolina de los vehículos automotores, y damos por concluida la cacería.

Hasta el próximo tirahulazo.

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