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Una dosis diaria de filosofía a nadie le cae mal. Recuerdo mis clases de la preparatoria hace algunos ayeres, recuerdo haber disfrutado las intervenciones de mi maestro de literatura, lo hacía tan atractivo que me transportaba a la Acrópolis de Atenas en mi clase de mitología griega, era uno de esos maestros con un estilo muy particular para impartir su cátedra, y vaya que para este tipo de materias ponerse creativos es todo un arte; describía a Afrodita o Sófocles de una manera tan peculiar que me hacía una clara imagen de los personajes griegos. Lamento no decir lo mismo de mis clases de filosofía, probablemente estaba muy distraída, o de plano las enseñanzas no captaron mi atención. Varios años después entendí lo esencial que es la filosofía para la vida, gracias a ella podemos cuestionar nuestra existencia, hacernos las preguntas existenciales propuestas desde Platón, Sócrates y Aristóteles: ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy? y ¿con quién? Tres cuestionamientos tan básicos que muchas veces nos cuesta responder.

Hace unos días leía sobre la corriente filosófica del existencialismo, a decir verdad, jamás había leído sobre ese tema, pero me parece importante ponerlo sobre la mesa. Una de sus premisas es que la existencia precede a la esencia, es decir, primero existimos y todos existimos, pero no todos logramos el estado del ser, ese aspecto que el hombre o mujer crea, inventa, transforma para lamamos esencia, eso que es eterno, que aún después de muerto o muerta sigue existiendo. Los existencialistas afirman que el ser humano está obligado a responder y trascender con lo que le toque en la vida, a hacerse responsable de sus decisiones y de las consecuencias de esas decisiones, el ser humano es libre de elegir y al elegir se transforma el ser.

El existencialismo es una filosofía que se define por la acción y la libertad, cuando no actuamos y no elegimos perdemos una parte de nuestro ser. Por lo tanto, al elegir me doy un ser y transformo mi esencia. Grandes filósofos existencialistas, desde Sören Kierkegaard hasta Jean-Paul Sartre, dejaron importantes obras de esta corriente filosófica que bien vale la pena recordar y estudiar. “El hombre es lo que él se hace”, escribió Jean-Paul Sartre, es decir, somos los escultores en la construcción de nuestra vida, tenemos la libertad de elegir quiénes queremos ser, “uno es lo que elige”, dijera Sartre. Somos los únicos responsables de hacer o no hacer, de elegir o no elegir lo que se quiere para sí mismo. De aquí la importancia de constantemente realizar el ejercicio de cuestionamientos: ¿estoy donde quiero estar?, ¿hago lo que realmente quiero hacer?, ¿voy por el camino que quiero ir? Este tipo de preguntas nos abren a nuevas posibilidades de respuestas y a la oportunidad de ir replanteando nuestro quehacer y vivir en el mundo.

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