Una mala decisión que no era mala
David Ojeda: Una mala decisión que no era mala
Imaginemos un partido de fútbol, la final de un importante torneo. Te encuentras en los últimos minutos del juego y además eres la estrella, llevas la pelota en los pies, todos te miran.
Tu equipo va perdiendo, están 1 a 0 y, justamente, en el último minuto estás solo corriendo hacia la portería, sólo tienes al portero enfrente, el estadio empieza a gritar, se ponen de pie, la euforia aumenta, pues si metes gol habrás empatado el partido, habrían tiempos extras, pero si fallas habrá todo acabado y perderían la gran final.
Te das cuenta que a tu lado viene corriendo a toda marcha un jugador del otro equipo, tienes dos opciones, seguir para quedar más cerca de la portería, con la probabilidad de que el contrario te alcance y te quite la pelota, o tirar desde donde estás con la posibilidad de que el portero logre parar la pelota. Tomas una decisión, disparas con todas tus fuerzas y la pelota sale volando tan alto que se va muy lejos de la portería; silba el árbitro y acaba el partido, pierdes.
En ese momento, el público te abuchea, los comentaristas hablan mal de ti, tus compañeros se muestran enojados diciendo que debiste pasarle la pelota a tu otro compañero que estaba a tu lado, por lo que te preguntas ¿cuál compañero? Entonces miras la repetición y te das cuenta que detrás del futbolista del otro equipo estaba un amigo tuyo, pudiste pasarle el balón, él estaba solo y cerca de la portería. La gente, por lo tanto, te llama personalista, dice que querías meter el gol para ser un héroe y por eso fallaste, pero les réplicas que no es verdad, que no viste a tu compañero.
Para colmo, miras la repetición y notas que el jugador del otro equipo estaba muy lejos de ti y que pudiste avanzar más -no debí haber tirado la pelota en ese momento- te dices, -tomé una mala decisión-. Así ocurre en la vida diaria, donde la culpa nos persigue debido a una mala decisión, la cual, en realidad, no era mala, fue la más correcta, la que pudiste tomar empleando las herramientas que tenías en tu vida en ese momento, las opciones que pudiste ver, trataste de decidir qué era lo mejor, sin malicia, pues nadie toma una mala decisión pensando que será un error, por tanto no mereces vivir con la culpa.
Tú, el jugador del cuento, estás mirando el pasado a través de la repetición, claro, viendo en retrospectiva otras cosas que pudiste haber hecho, pero que en ese momento por la adrenalina, por el tiempo y el instante que estabas viviendo no pudiste tomar. La gente critica, pero no está en los mismos zapatos. Señalan y te atribuyen defectos por los cuales piensan que has fallado, pero no, en realidad nadie sabe lo que pasaba por tu mente, no son tú y tú no eres aquel del pasado.
Nuestras decisiones nos forjan, hay que aceptarlas y aprender de ellas, no llorarlas y reprocharnos por ellas. Nadie aprende del éxito, sino por el fracaso. Nadie toma una mala decisión, el destino no es lo que te va a pasar, es lo que harás que suceda con cada acto cometido.