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Hacia un buen tiempo que no disfrutaba, como la noche del viernes pasado, de esa extraordinaria luna llena en la que aparece el conejo que, según la cosmovisión maya, se asocia con el satélite terrestre en toda su redonda plenitud.

Pero también quiero compartirles ese gran momento que es esperar los primeros resplandores de la luna desde el edificio poniente del Cuadrángulo de las Monjas. Antes de que la madre Ixchel despunte en el horizonte, extasiados en la ansiosa espera, experimentamos una leve corriente de aire fresco que nos baña con suave reclamo por estar perturbando el camino por donde corre libremente el viento nocturno en el Cuadrángulo.

Esa frescura  que nos baña también coquetea con el aroma de las piedras de los edificios que relaja el calor del día, combinada con el olor producto de la transpiración del pasto y los árboles. Experimentando esos aromas, vemos el resplandor de la luna que con rapidez alcanza la altura del friso que decora el edificio norte, creando un contraste de luz y sombra que hace resaltar las narigueras de las torres de mascarones del dios Chaac.

En la plaza, a manera de cortina, va disminuyendo la sombra del edificio oriente proyectada en el piso de la plaza. De forma gradual las sombras van desapareciendo a partir de que el torrente plateado de la luna aumenta su intensidad, al tiempo que abraza los muros y las fachadas que adquieren un resplandor de plata que se interrumpe con la oscuridad de las entradas de los cuartos cuyo ritmo arquitectónico se remarca con el juego de luz y sombra.

En un principio el cielo se expresa con esos miles de millones de estrellas, entre las que destacan Orión, el Cinturón de Orión con la tortuga y las tres piedras del fogón que constituyen el origen del universo. Júpiter hace su aparición en la cúspide del Templo del Adivino. Las Pléyades se miran desde el centro del Cuadrángulo de las Monjas.

Como hace más de mil años, sentados desde el edificio norte del Cuadrángulo de las Monjas, simples mortales observamos la ciudad contemplando el Templo de las Tortugas, el esplendoroso Palacio del Gobernador que luce sus fachadas norte y sur bien iluminadas, en tanto que la sombra del costado poniente contrasta fuertemente con los lados donde se asienta la luz.

Así como disfrutamos la luna con los contrastes de luz y sombra entre los edificios, el gran AjauAh huitzil Chaac, el señor Chac de las Colinas, contempló su obra con el favor de los dioses.

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