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Los delitos cibernéticos, llamados también delitos informáticos o ciberdelitos, se suceden todos los días y miles de personas en el mundo son víctimas o están en peligro de ser víctimas de estos ilícitos, al ser usuarios de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s).

Si bien aún se debate acerca de un concepto común de ciberdelito, la principal característica es que implica una conducta humana ilegal y jurídicamente reprochable que busca dolosamente, por una parte, vulnerar bienes jurídicos relacionados con la informática, en sus aspectos lógicos y físicos y, por otra, atentar y restringir los derechos y libertades individuales fundamentales.

En su vertiente de afectación a los bienes jurídicos patrimoniales de las personas, los delitos que se cometen a través de medios digitales se han vuelto comunes y algunos han sido de enormes dimensiones.

El ciberdelincuente afecta o se introduce a sistemas informáticos de entidades u organismos públicos o privados para obtener información y sacar provecho de ésta, ya sea para extorsionar o bien conocer datos que le permitan acceder a bienes de otras personas y disponer de ellos; o usurpar una identidad para apropiarse de aquéllos. O incluso obtener información de empresas o gobiernos a manera de espionaje industrial o gubernamental o apropiarse de bases de datos las cuales pueden ser vendidas y eventualmente quedar a expensas del crimen organizado. También interviene sistemas mediante los cuales miles de clientes de estas empresas realizan transacciones comerciales y financieras.

Algunas acciones que encuadran en este tipo de ciberdelincuencia son el cracking (craqueo), el hacking, ciberspionaje, el empleo de rastreadores o sniffers o el uso de ransomware o malware (software malicioso).

En este encuadre también están acciones como el llamado phising (del inglés fishing, pescar) que usa los medios digitales como el correo electrónico o ventanas emergentes (pop ups) para suplantar la identidad de un banco o institución financiera y lograr que el cliente o usuario acuda a una dirección de internet (IP) e introduzca sus claves de acceso, número de tarjeta u otros datos confidenciales.

De esta manera se busca no solo hacer uso de los fondos del cliente, sino también suplantar su identidad para posteriores transacciones y posibles extorsiones con información sensible de la víctima.

Igualmente está el pharming, derivado de farm (granja), que vulnera el software de los servidores DNS (Domaine Name System), es decir, los dominios de sitios de internet, o bien altera estos dominios en las computadoras de un usuario (conociendo su IP o sitio de conexión), con el fin de redirigirlo a otro dominio (o sitio de internet) y así obtener sus datos privados, contraseñas, claves de acceso a banca electrónica, etc.

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