3 años de AMLO ¿y la economía?
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Viendo la mañanera nocturna de AMLO en el zócalo pensé ¿Qué tan extenso es el daño económico y social que ha provocado?
Desde la mañana siguiente en que ganó la elección el 2 de julio de 2018, las inversiones privadas comenzaron a caer, y hasta agosto pasado, sumaba una caída de 18 por ciento. El tipo de cambio, que tanto presumía como logro de su política, se ajustó en el periodo de transición, y entre la elección y su toma de posesión perdió 44 centavos.
Según el mandatario, en estos tres años todo lo ha hecho bien, tiene buena intención o, modestamente, es algo histórico. ¿Y lo que ha salido mal? ¡Ah, pues es culpa del neoliberalismo! En general, su discurso estuvo tan relamido como su peinado: el recuento ya conocido y sobado de sus temas recurrentes. Pues su gobierno lo único que da son palabras.
En el AMLOFest, López Obrador se declaró como un hombre de izquierda. En los hechos y decisiones, es un político de la derecha tradicional y conservadora. Hay cosas que no oculta y las presume. La más relevante, la estricta disciplina fiscal que mantiene la estabilidad macroeconómica con el objetivo de tener un desarrollo económico sostenido. En efecto, mantuvo la estabilidad macroeconómica y evitó endeudar al país, pero el crecimiento es negativo. O sea, su política fiscal de derecha fracasó.
Sin embargo, en su discurso dijo falsedades al referirse a la situación económica del país. Parece que alguien en su equipo le está jugando chueco o, de plano, Andrés Manuel López Obrador no tiene idea de lo que pasa en su gobierno. Por ejemplo, presumió que se ha mantenido la recaudación, pero la propia SHCP acaba de informar que se cayó 7.2 por ciento en términos anuales.
Hasta la fecha no hubo violencia ni tensiones sociales generalizadas porque la gobernabilidad la mantuvieron las remesas desde Estados Unidos, que alcanzaron niveles históricos porque Donald Trump y Joe Biden hicieron lo que no hizo aquí López Obrador: estímulos fiscales para empresas y transferencias directas focalizadas para quienes menos dinero tenían para sobrevivir. Su disciplina fiscal ha sido aplaudida por gobiernos e instituciones que entran en su clasificación de “neoliberales”.
El Presidente dice trabajar por y para el pueblo, porque “por el bien de todos, primero los pobres”. Sin embargo, los más sacrificados en la primera mitad del sexenio fueron ellos. Entre 2018 y 2021, de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el número de mexicanos en situación de pobreza subió de 51.9 millones en el último año de Enrique Peña Nieto, a 55.7 millones. Sus programas sociales, evidentemente, no tuvieron el efecto esperado. Se puede argumentar que se debió a que cambió la política social que focalizaba las transferencias de recursos, para hacerlas universales. El resultado es una tragedia para los pobres.
Según la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares 2018 y 2020, el número de hogares beneficiarios de un programa social en el decil 1, que es el más pobre, fue de 1.9 millones en el último año de Peña Nieto, mientras que el año pasado alcanzó a 1.3 millones –600 mil hogares menos–. En el siguiente decil, llegaron programas a 1.5 millones de hogares en 2018, pero sólo a 1.2 en 2020. Si nos vamos al decil 10, quienes más ingreso tienen, el número de hogares beneficiarios en 2018 fueron 300 mil, mientras que, en 2020, 800 mil. En el decil 9, los hogares que recibieron beneficios en 2018 fueron 500 mil, contra 800 mil que los tuvieron en 2020.
Si se analizan los montos trimestrales de los programas recibidos en cada hogar, el gobierno de Peña Nieto entregó más programas y más dinero a quienes menos tenían, y el de López Obrador le dio más programas y dinero a los que más tenían. Si uno observa los beneficiarios en la tabla de los 10 deciles, hay una línea descendente, de los más pobres a los más ricos, de beneficiarios de programas sociales en 2018, y una línea más o menos estable de beneficios en todos los deciles en 2020. López Obrador no pareció poner en práctica una política social eficiente, sino programas clientelares en todos los segmentos socioeconómicos.
Los datos derrumban su frase de “primero los pobres”. En los hechos, la política económica de un izquierdista busca la igualdad en el ingreso, pero no retórica, como hace López Obrador, sino mediante impuestos progresivos a quienes más tienen –que se niega a hacer–, y gasto en infraestructura –a la Secretaría de Comunicaciones le quitó 34.3 por ciento de su presupuesto para el próximo año, y la caída real en construcción de carreteras en lo que va del sexenio fue de 70.3 por ciento–. La política económica de un derechista es menos impuestos, gasto presupuestal reducido y un presupuesto balanceado. O sea, “austeridad republicana”.
Por cierto, en el Zócalo el Presidente proclamaba que todo está bajo control con la pandemia y la variante Omicron, ante una plaza repleta de acarreados, muchos sin cubrebocas, todos sin sana distancia y, lo peor, sin conciencia del riesgo de que el AMLOFest se convierta en el CovidFest.