A unos días de la revocación

Hace unos meses escribí sobre la revocación de mandato. Palabras más, palabras menos, expuse que no...

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Hace unos meses escribí sobre la revocación de mandato. Palabras más, palabras menos, expuse que no participaría porque se me hacía un ejercicio ocioso, ególatra y que desperdicia recursos públicos en un momento en el que México menos necesita desperdiciarlos. Y hasta la fecha lo sigo pensando, con una salvedad: iré a participar en el ejercicio revocatorio.

Sigo insistiendo en que la revocación de mandato -no la figura en sí, sino la que están promoviendo y se llevará a cabo en los próximos días- es un capricho inútil del oficialismo. Sí, AMLO, sabemos que gozas de una amplísima popularidad innegable. Y lo sabemos quizás porque es lo que más tienes para presumir.

 Si AMLO no fuera tan popular, en primer lugar no hubiese ganado la presidencia de forma aplastante y, en segundo, las acciones vergonzosas de muchos legisladores y funcionarios públicos causarían un impacto más negativo entre la población. 8 mil millones de pesos para demostrar, al calor de la vanidad, lo obvio.

Eso sin contar que esta revocación de mandato es contraria a la naturaleza con que se instituyó en la Constitución. Un ejercicio revocatorio no debe ser promovido por simpatizantes, sino por quienes de hecho no simpatizan con el presidente, pues la figura se diseñó para remover a quien ha perdido la confianza y no para ratificarlo en el poder.

Sin embargo, el dinero está ya asignado vaya usted a votar o no. Aunque sólo la familia de López Obrador se levante a votar porque siga, se habrán gastado miles de millones de pesos en esa consulta. Y no, no es válido aquello de “demostrar que la gente no fue a votar para mostrar su rechazo”.

 Ese argumento es tan falaz como el de los obradoristas que insisten en que los 30 millones que votaron por AMLO son seguidores convencidos y no más bien hartos hasta de tener que haber votado por él y no por alguien más, porque no había.

Si la oposición fuera inteligente, convocaría a la ciudadanía a votar. No van a ganar, es obvio que AMLO mueve masas y la revocación no será la excepción. Pero en lugar de un berrinche ausentista, mandarían un mensaje rumbo al 2024: se visibilizaría en el papel que hay más que sólo “unos cuantos” en desacuerdo con el Gobierno de la República y que los 30 millones del 2018 no son 30 millones convencidos e incondicionales. Claro, pensar en que son inteligentes sería darle demasiado mérito a una oposición que no lo merece.

De paso, participar en el ejercicio revocatorio acabaría con esa otra falacia oficialista de que quienes no van están en contra de que “el pueblo” participe en la democracia. Ahora resulta que al pueblo hay que organizarle un referendo revocatorio para “darle chance” y que aprenda a participar, como si se tratara de una escuelita ciudadana electoral.

Iré a participar en la revocación, además, porque detrás de ella hay miles de ciudadanos, capacitadores, brigadistas, mexicanos todos, que trabajan día con día para cumplir con la Constitución, aunque en esta ocasión sea a causa de un capricho vanidoso.

Ya que el oficialismo “nos da chance” y nos quiere enseñar a participar como ciudadanía en un ejercicio que ya sabemos cómo va a acabar, cuando menos le podríamos sacar provecho y mandar un mensaje claro, sea cual sea el sentido de su voto. Lo que no manda mensaje es el abstencionismo.

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