Reingeniería borgista inútil
Varios trabajadores despedidos cayeron en una grave crisis de depresión.
Incluidos otros actos perversos que en bloque provocaron la merecida y escandalosa caída del PRI –perdieron la gubernatura y la alcaldía capitalina en el sur–, el gobierno de Roberto Borge Angulo derrochó los recursos públicos para beneficiar a los amigos, dejando fuera de la burocracia a empleados que incluso estaban a milímetros de la jubilación, siendo condenados al desamparo de manera injusta y hasta cruel.
Varios trabajadores despedidos cayeron en una grave crisis de depresión que llevó a más de uno a perder la vida. De ese tamaño fue el daño provocado a gente honesta cuyo pecado fue no pertenecer al grupo que convirtió al gobierno del estado en blanco de forajidos con los colores del PRI, extirpado de la gubernatura por Carlos Joaquín González.
El Instituto de Administración Pública del Estado de Quintana Roo (IAPQROO) reveló que al menos fueron creados 300 puestos unipersonales como pago de favores políticos, es decir, empleos cuya existencia no tenía ninguna justificación laboral.
Los letales subordinados de Beto Borge inventaron la temible reingeniería administrativa para lanzar a la calle a personal que durante años laboraba con un sueldo miserable, cuidando una modesta fuente de empleos que es la única moneda accesible en la capital del estado, ya que la atrofiada iniciativa privada paga a menudo salarios de hambre.
Históricamente los trabajadores del gobierno –la tropa sin contactos en las alturas– son objetos desechables que no tienen mayores derechos, menos cuando sus “líderes” sólo son paleros de la administración pública decididos a enriquecerse a costa de la desgracia de sus agremiados.
Para la administración de Carlos Joaquín González es un reto encontrar la manera de evitar que los empleados del gobierno sean hostigados y despedidos por funcionarios intolerantes y soberbios, convencidos de que los trabajadores fueron culpables del quebranto económico de Quintana Roo, cuando en realidad fueron víctimas de la intolerancia e insensibilidad de quienes gobernaron impulsados por sus mezquinos intereses que los lanzaron al peor de los infiernos, por certera voluntad de los electores que dieron vuelta a la página de la infamia.