Arrancaron muy sui géneris campañas

Sin duda la contienda entre Xóchitl Gálvez Ruiz, Jorge Álvarez Máynez y Claudia Sheinbaum Pardo...

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Sin duda la contienda entre Xóchitl Gálvez Ruiz, Jorge Álvarez Máynez y Claudia Sheinbaum Pardo por la Presidencia de la República —seguimos el orden convencional, que antes se respetaba estrictamente, de mencionar a los partidos (a las coaliciones por la fecha de registro de su partido más antiguo) y a los candidatos en orden de antigüedad de registro: Fuerza y Corazón por México, con el PAN (1939), coaligado al PRI (1946) y el PRD (1989); Movimiento Ciudadano (1999), y Juntos Haremos Historia, con el PT (1990), el PVEM (1991) y el mayoritario Morena (2014)— será la principal del próximo 2 de junio, aunque paradójicamente, también la menos interesante, porque ya está, al parecer —en elecciones nunca se sabe—, definida de manera irreversible.

Si, a la manera de las competencias olímpicas de gimnasia, clavados y patinaje, verbi gratia, siguiésemos la norma de eliminar las calificaciones más altas y más bajas, y en el momento de considerar encuestas solo hiciéramos caso de las más creíbles dejando fura las más torcidas por fanatismo o propaganda, no cabría duda de que aun así la diferencia entre Sheinbaum y Gálvez —las únicas finalistas, pues se dice muy verosímilmente que el junior “chelero” Álvarez solo es un esquirol entre las oposiciones, a favor de la morenista— implicaría que el oficialismo que sigue fielmente al presidente Andrés Manuel López Obrador se mantendría durante los 82 días que faltan para que los comicios se lleven a cabo con dos dígitos de distancia y muy arriba de la decena.

El que dio el norte en la materia, para entender estas sui géneris campañas, fue el propio mandatario federal, cuando ante la imposibilidad de sus planes electorales A y B —fallida reforma en la Cámara de Diputados y rechazadas normas en la Suprema Corte de Justicia de la Nación de las que aprobaron los senadores, respectivamente— lanzó su Plan C, que busca un esfuerzo electoral extraordinario para conseguir mayoría calificada en el Congreso de la Unión y lograr las leyes destinadas a que la Cuarta Transformación se apodere plenamente del poder y se perpetúe ahí in saecula saeculorum: si bien la elección presidencial se considera ganada para la causa de la izquierda morenista, el objetivo prioritario de la “madre de todas las batallas” es conseguir un Poder Legislativo a modo para el presidente y su sucesora. En el caso del Senado, claro está, la cosa sería igual a la Cámara Baja.

En tal situación, la 4T ya no tendría problema alguno para hacer realidad los más caros sueños obradoristas, que incluyen la extinción o máxima merma de los órganos electorales —el INE, el Trife (Tepjf), la desaparición de los tribunales y órganos administrativos electorales de los estados (Oples), y prácticamente todos los organismos autónomos que a lo largo de muchos años de lucha nos hemos dado los mexicanos, empezando por los que más le estorban e incomodan, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, el heroico INAI, que ha sido de los más atacados, pero se ha defendido como gato patas arriba.

En las elecciones federales intermedias anteriores, en las que se renovó la Cámara de Diputados, el Morena y adláteres desde luego ganaron, pero quedaron muy lejos de obtener los 334 diputados que necesitaban para la mayoría calificada que demandan, entre otros procedimientos legislativos y sobre todos, las reformas a la Constitución Mexicana, quedándose en 278 curules.

No hemos conocido pruebas contundentes de que se esté llevando a cabo una elección de estado, más allá de la ilegal propaganda que el presidente y sus funcionarios llevaron a cabo, sobre todo desde “La Mañanera” antes de las restricciones de la llamada “veda” electoral y que evidentemente no han suspendido, pero históricamente ese tipo de abusos, que han cometido todos los partidos en el poder, no se han castigado más allá de un manazo, un leve jalón de orejas y una reconvención apenas más fuerte que un “¡niño malo, niño malo!”.

Lo cierto es que las gracejadas de Brozo y Carlos Loret de Mola, los artículos furibundos de Raymundo Riva Palacio o los extremismos izquierdófobos del ultraderechista Carlos Alazraki, ni los mucho más centrados y verosímiles señalamientos de Carmen Aristegui, Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva y Jorge Ramos han hecho mella en las fuerzas de la 4T, más leales que caballos con anteojeras.

Los líderes opositores, que honestamente no pecan precisamente de brillantes, debieran aprovechar estas semanas para enseñar el voto útil, el diferenciado, ese inteligente que sí tiene posibilidades de prosperar para impedir que se consumen las ambiciones presidenciales y que, así, aun desde su rancho “La Chingada”, en Palenque, siga gobernando López… para que no dejemos de ser una república.

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