Belleza incomparable

“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?

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“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? Nican mopohua

Se habla de la belleza de la naturaleza, de la belleza física de una persona, de un carro deportivo, en obras literarias y artísticas, de la belleza de diversas cosas de la vida. Pero realmente ¿Qué es la belleza? ¿Dónde realmente se encuentra la belleza? ¿Dónde podemos maravillarnos de la belleza? El diccionario nos dice que la belleza es la propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros un deleite espiritual.

El Creador en su inmensa misericordia creó la naturaleza, creó a las personas, para que todos pudiéramos apreciar la belleza que ellas poseen. En momentos nos cuesta trabajo encontrar el sello de Dios; sin embargo, cuando vemos huellas que pasaron por la arena blanca, no sabemos de quién son, pero sabemos que son de alguien, si era niño o adulto, sabemos si fue un animal.  En la vida vemos las huellas del Creador en su obra. Para poco a poco ir descubriendo el misterio de Dios sobre la tierra.

Una muestra de la presencia de su amor es María, su madre. Dios planeó desde la eternidad toda la obra de la Encarnación del Verbo como culminación de la creación del Universo; y allí mandó a una mujer para la misión más grande: ser su propia madre.

Podemos apreciar la belleza interior y exterior de María, cuando a Juan Diego se le apareció la Virgen de Guadalupe, en el cerro del Tepeyac. La traducción del Nican Mopohua nos dice que: “…al subir el cerrito para ir a dónde le llamaban. Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda ponderación aventajaba su perfecta grandeza: su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos. El resplandor de Ella como preciosas piedras, la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla… en su presencia se postró”.

Cuál fue el impacto de Juan Diego, al admirar el esplendor de la belleza tanto interna como externa de su reina, como él la llamaba, y de la naturaleza que le rodeaba; que más adelante, cuando le da la noticia Juan Diego a la Virgen, que el obispo no le hizo caso sobre su encargo, se preocupa y le dice: “Señora mía, reina, muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra…”.

La preocupación que tiene, porque esa belleza que Juan Diego ve reflejada irradia plenitud de bondad su reina, no quiere que su corazón se entristezca, ni tenga ningún sinsabor. Si no quiere que siga igual, por eso más adelante le dice que mejor le encargue el asunto a una persona más importante que a él.

Otra manifestación de la belleza es ver la plenitud de la verdad que de la Virgen emana, vemos que Juan Diego escucha sus palabras y todo lo que le pide lo hace, además se cumplen sus palabras. Sin conocerla va con el obispo para darle el encargo de su reina, que le hagan un santuario en ese lugar. Y vuelve a ir con el obispo a pesar de sus negativas. Juan Diego al ver a su tío enfermo sale de su casa la madrugada del 12 de diciembre, para ir por un sacerdote para que su tío muriera tranquilo, opta por sacarle la vuelta al lugar de las apariciones, y su señora amada se le aparece por otro lado. Le dice que suba por la prueba para llevársela al obispo, y que su tío ya está sano. Y en ese momento se da cuenta como la Verdad sale de su niña amada. Cumpliendo al pie de la letra todo.

Mientras María vivió en la tierra hace dos mil años, se pudo apreciar una vez más la belleza en la sencillez de vida. Su vida no fue llena de glamour, ni viajes al extranjero; tampoco iba a los mejores restaurantes, ni tenía una gran variedad de ropa de todas las marcas, colores, estilos y sabores, tampoco iba a los mejores gimnasios. Ella caminó los mismos caminos nuestros, tuvo sobresaltos, confusión, alegrías, sorpresas, miedo, fatiga, interrogantes. Tuvo una vida de entrega constante, sufre y calla, se alegra y calla. De día, trabaja; de noche, vela; da vida al mismo Dios silenciosamente. Ella tenía una sola meta, un solo fin. Ahí está la raíz de su grandeza y belleza.

La Virgen de Guadalupe hace casi 500 años, quiso dejar su imagen en nuestra tierra, para seguir irradiando con su belleza a todas las personas que se acerquen a ella.

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