Colaboración, clave pedagógica, ni individuos, ni jefes… Equipos
El teletrabajo cambió para siempre la forma de educar. El trabajo por medio de computadoras y redes dejó muy claro...
El teletrabajo cambió para siempre la forma de educar. El trabajo por medio de computadoras y redes dejó muy claro que la información, el conocimiento y las soluciones no dependen ya de individuos ni de jefes, sino de equipos de trabajo flexibles y bien integrados.
La razón es muy sencilla de entender: la crisis educativa exigió que el profesorado estuviera cercanamente alineado en sus objetivos para tomar decisiones casi inmediatas frente a problemas nuevos, complejos y de gran urgencia. Vimos surgir una enorme cantidad de equipos informales en todas las instituciones educativas.
Los equipos docentes han existido desde siempre en las escuelas. Pero desde siempre se conocen sus limitaciones. En lugar de ser flexibles y espontáneos, lo normal es que se den un frentazo contra la estructura rígida y frecuentemente autoritaria de las organizaciones educativas.
Cuando esto ocurre, los integrantes de un equipo de trabajo se sienten inciertos y requieren verificar todas sus decisiones con su jefe, el que a su vez también debe recurrir al suyo para estar seguro. Como nadie desea arriesgarse en estas circunstancias a opinar de una forma auténtica y diferente, se desarrolla un pensamiento uniforme, cauteloso y plano. Así, el osado caballo de cuarto de milla que es la conciencia fluida de un equipo bien integrado se convierte en un tímido y burocrático borrico.
Obligados por la pandemia a trabajar desde la tecnología de las redes y las plataformas digitales para resolver la necesidad inaplazable de seguir frente a sus grupos, las y los docentes experimentaron en carne propia el empoderamiento, autonomía y flexibilidad posibles por el universo digital. En lugar de concentrarse en los jefes y sus cotos de poder, se enfocaron en la colaboración horizontal para la toma efectiva de decisiones. Tuvieron grandes éxitos.
¿Qué es lo que debemos hacer para no perder este aprendizaje tan afortunado hecho por las profesoras y los profesores?
Las instituciones deben promover la formación de estos equipos de colaboración, los que no deben ser parte de la estructura formal. Deben contar con un líder porque donde todos los miembros son igualmente responsables, nadie en realidad lo es. En ellos se debe garantizar la confianza, además de un propósito claro y transparente. Lo más importante: deben tener autoridad para tomar las decisiones sustantivas que afecten el cumplimiento de su propósito. Todos estos equipos de colaboración deben estar conectados como los nodos de una red viva y tener esa plasticidad: la de poder evolucionar para adaptarse a sus nuevas tareas.
Si las y los docentes podemos organizarnos así, podremos ser un modelo efectivo para las nuevas formas de trabajar de nuestro estudiantado.
(Eduardo Suárez / Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe)