Cultura desechable

“No puede haber fidelidades permanentes, porque todo es negociable”, Enrique Rojas.

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Cuando yo era niña, todo servía, todo se guardaba para cuando no se tuviera. Los envases de los refrescos se guardaban para volverlos a usar, hasta que por un accidente se llegaban a romper, y además podíamos salir regañados por no haber tenido cuidado. Hoy el péndulo se va al otro extremo. Todo se tira, en el momento de dejar útil, nada se guarda. Este pensamiento llega a todos, mismo que nos lleva a consumir cada vez más y desechar lo inservible.

Con gran facilidad se tira un tostador para comprar uno nuevo, cuando este deja de servir es más cara la reparación que el adquirir uno nuevo, con gran facilidad se cambia de cualquier aparato electrodoméstico, uno lo desecha y cambia por el nuevo.

Hoy podemos enumerar una lista interminable de objetos que se desechan con gran facilidad.  También vemos como la tecnología que hoy está en boga, mañana es obsoleta, como es el caso de las computadoras, teléfonos inteligentes. Justo cuando empiezo a entender más o menos las funciones de mi celular, me lo cambian, ya no sirve el anterior. Van a una basura orgánica con todo y cargador de coche y el de electricidad.

Con qué facilidad se vuelve una necesidad el cambiar las computadoras, teléfonos inteligentes… por las nuevas. Todo lo anterior se vuelve inservible, obsoleto.

La sociedad se ha ido transformando sin darnos cuenta en una sociedad donde sólo lo útil sirve, primero se veía como una gran sorpresa las novedades tecnológicas, y poco a poco se llegan a ver con gran indiferencia: “apoco tienes ese celular tan viejo”, los mismos niños de primaria lo dicen. Piensan que es una obligación tener y usar el más moderno, el del último momento.

Se busca tener un cierto reconocimiento social teniendo cada vez más cosas, poder decir que se tiene lo más novedoso de tal o cual aparato, viéndose con la necesidad de consumir todo lo que se pueda, como si el simple hecho de consumir diera la fórmula exacta de la libertad.

Al igual que los aparatos que se ven como un mero objeto, que dejan de tener utilidad se vuelven inservibles, se tiran y se desechan; lo mismo sucede con las relaciones sociales. Si los amigos ya no funcionan, se cambian inmediatamente, no se busca la reconciliación, el esfuerzo por reparar esa amistad: se desechan.

Y qué decir del matrimonio, es más fácil la separación, se ve al esposo, esposa como un objeto que ya dejó de ser útil. Prueba de esto es la crisis matrimonial que estamos inmersos, viendo la cantidad de rupturas que se dan día con día. No importa el dolor, el sufrimiento de los hijos, solo se busca el placer y el sentimiento del momento.

El hombre encuentra a una jovencita, dispuesta a todo, ella busca dinero y seguridad principalmente; mujeres que optan por alguien más joven. O simplemente se acabó el amor, ya no siento nada, porque uno mismo ya no quiere dar más, es mejor un cambio de aires, y volver a empezar.

Uno puede pasarla bien a costa de lo que sea, buscando solo el beneficio personal, buscando el placer por el placer, creando un nuevo código de ética, buscando nuevas sensaciones cada vez más excitantes, sin que las relaciones sean duraderas, para siempre.

Así se va entretejiendo la sociedad actual, llegando al punto que, si una persona quiere tener relaciones sexuales, y piensa que puede quedar embarazada, o, de hecho, queda embarazada, existen varios métodos para poder deshacerse de ese ser humano que lleva en el seno.

Si lo que importa es la utilidad, todo lo que no sirva en ese momento se puede tirar. Si lo que importa es el placer, el no tener ataduras para vivir como uno quiera y no ser consecuente de los actos, un hijo se puede tirar al igual que una pareja, que un amigo y  que un tostador o un celular cuando no tienen ninguna utilidad.

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