Depresión navideña

Lo que quiero dejar como consejo es que no hay que abandonar a los viejos, a los pobres y los desvalidos.

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Apenas llegan estos días en los que la mayoría está feliz, a mí me da por ponerme nostálgico con el recuerdo de mi amigo el viejo cascarrabias. Dicen los psicólogos que suele dar la depresión navideña propiciada por los cambios de temperatura. Yo no sé, pero creo que esa depresión a veces es fruto de desajustes en los sentimientos y remordimientos por cosas que pudimos hacer y no hicimos.

En mi caso, no es que haya una depresión tan severa como para llegar al diván del psiquiatra, pero sí en algún grado me pega. Me reclamo que hice mal en haber dejado aquel diciembre  al anciano enojón solo en su cuchitril. Ya les he dicho que nunca logré convencerlo de abandonar eso que él llamaba “mi casa” (en el sur profundo) e irse, si  no a vivir a la mía, donde siempre hubo una habitación esperándolo, al menos a un albergue donde “quien quita”, le decía, “que encuentres a alguna dama de tu edad y te enamores”. Pero ni así. “De aquí me sacas con las patas por delante”, me respondía.

Hoy, en medio del calor agobiante del “invierno” yucateco, volví de nuevo a la “casa” del cascarrabias, a la cual he procurado dejar como la de Hemingway en Cuba: igual que el día que salió en el féretro (el viejo, no el escritor). Me puse a revisar unos apuntes que dejó en una carpeta amarrada con mecate y cuyo contenido nunca quiso dejarme ver mientras vivía. 

Cada vez que abro los “archivos” de mi amigo, me encuentro alguna sorpresa. Esta vez fue un pequeño papel casi perdido entre las hojas tamaño carta con sus jeroglíficos. Se trata de una encendida declaración de amor a una destinataria misteriosa. Le decía en ese papel, que debe tener al menos 50 años -hablaba de la nevería La tropical que estuvo en el centro-, que nunca le perdonaría haberle herido el alma con su desdén (imagínense esa palabra hoy, se reiría la destinataria).

Lo que quiero dejar como consejo es que no hay que abandonar a los viejos, a los pobres y los desvalidos. Sea o no Navidad, la generosidad siempre tiene cabida. Hay muchos corazones rotos esperando el bálsamo de una caricia y un pedazo de amor. Ya sé que suena cursi, pero así soy. ¡Feliz Navidad!

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