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Terminamos la Cuaresma y las celebraciones de la Semana Santa. Donde se recuerda la Pasión de Cristo, los momentos dolorosos de Jesús; los judíos juzgan a Jesús, Judas lo entrega, Pilatos se lava las manos y lo condena, los verdugos lo atormentan, los demonios los excitan, viviendo una crucifixión muy cruel. Se vivió una noche profunda, llena de tristeza y dolor.

Durante la Pasión y Muerte, Jesús nos muestra el amor tan grande hacia la humanidad, hacia cada persona, siendo Él mismo, el primero en ofrecer el perdón, en dar su amor por cada persona.

A pesar de los pronósticos, a pesar de la tristeza por su muerte, a pesar de la gran piedra puesta en la entrada del sepulcro, Jesús resucitado, vence a la muerte.  Siendo desde ese momento la fiesta más importante de la Iglesia.

La felicitación navideña está mucho más extendida que la felicitación de Pascua de Resurrección. Por un romanticismo, o por ternura ante el nacimiento del Niño Dios, todo el mundo se felicita en Navidad, aunque muchos no saben realmente su significado. Por lo contrario, son pocos los que se felicitan en la Pascua, y seguramente lo hagan con mayor conciencia.

La celebración popular de la Semana Santa, también cabe constatar la desproporción existente entre la representación de los misterios de la Pasión y los de la Resurrección. Los pasos de Cristo sufriente, que son muy necesarios, superan con creces a los que representan a Cristo glorioso. En definitiva, todavía nos falta mucho camino hasta llegar a descubrir la centralidad de la fe en la Resurrección, representada en la luz del Cirio encendido, en la Vigilia Pascual.

El misterio pascual de Jesús, el paso de la muerte a la Vida, la luz que se enciende con la nueva aurora. El cuerpo que se entierra es semilla -grano de trigo que muere y da mucho fruto- para una vida más plena, de resurrección.

El amor humano nos hace entender ese amor eterno, pues el amor nace para ser eterno, aunque cambiemos de casa, de ciudad quedamos unidos a los que amamos. Jesús nos enseña plenamente el diccionario del amor, nos habla del amor de un Dios que es Padre y que nos quiere con locura, y dándose en la Cruz, hace nuevas todas las cosas, en una renovación del amor: las cosas humanas, sujetas al dolor y la muerte, tienen una potencia salvífica, se convierten en divinas.

El día de la resurrección es la fiesta más importante de la Iglesia, porque Cristo ha vencido a la muerte, Resucitó. En este tiempo pascual abramos los ojos como las mujeres que fueron a buscar a Jesús en la mañana de Pascua, y un ángel les dice “¿Por qué buscáis entre los muertos aquel que está vivo? No está aquí ha resucitado” Jesús nos invita a ver más allá de lo que se ve, a beber de ese amor verdadero, para iluminar nuestros días con este día de fiesta y esperanza cierta. ¡Felices pascuas!

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