Domingo de ramos

“Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras” Nuevo Testamento: San Lucas 19, 40

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Con el domingo de Ramos se da inicio a la Semana Santa. Conmemoramos la entrada triunfal a Jerusalén de Jesús, en medio de una gran multitud que lo aclamó como el Mesías; ingresa como rey, dando cumplimiento de las profecías.

El Evangelio nos narra que las personas al enterarse que llegaba Jesús a Jerusalén, montado en un borriquillo, que fue llevado a Jesús después que lo solicito, para tomarlo prestado por cierto tiempo. Jesús se sentó en él, para que se cumpliese a detalle las profecías. Las personas salieron a alfombrar el camino con palmas, olivos, mantos por donde pasaría Cristo y gritaban: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre! ¡Hosanna en las alturas!" (Mc 11, 9-10).

El domingo se realiza la ceremonia de bendición de las palmas; la procesión data del siglo IV, donde los fieles llevan las palmas en las manos; guiados por el sacerdote, llevando también ramos, que van delante del pueblo en el procesional. Posteriormente se da la lectura de la Pasión de Cristo.  Invitándonos a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa de Jesús. Y en meditar que entra manso y humilde, que va voluntariamente a Jerusalén, a sabiendas que iba a vivir su Pasión.

Es una invitación muy personal para correr a su encuentro, imitando a aquellos que corrieron para aclamarlo como Rey, ahora nosotros para que sea rey de nuestro corazón e imitarlo, para dejarle nuestras preocupaciones, problemas y para dejarle nuestro propio ser, y podamos unirnos a su Pasión y Gloria.

Si queremos imitar a Simón de Cirene, tomemos la cruz y sigamos a Jesús.

Si queremos imitar al buen ladrón crucificado con El, es preciso reconocer profundamente su divinidad. Cristo fue crucificado entre los malhechores, por nuestros pecados, así ahora serás contado entre los justos, al igual que el buen ladrón.

Si queremos imitar a José de Arimatea, pide el cuerpo de Jesús a aquel que mando crucificar, abrázalo, y dale el mejor lugar en tu corazón.

Si queremos imitar a Nicodemo, el que fue de noche a verlo, úngelo con los mejores aromas que tengas desde el fondo de tu corazón, para honrarlo.

Si queremos imitar a María, a la otra María a Salomé y a Juana, ve de madrugada al sepulcro el domingo de Pascua, para ver con los ojos del alma a Jesús resucitado.

Agitemos este domingo de Ramos, nuestros ramos espirituales del alma diciendo y repitiendo diariamente: “Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel”.

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