Educar en la belleza

"Lo primero que captamos del misterio de Dios no es la verdad, sino la belleza", Hans Urs von Balthasar.

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Hace diez, veinte, treinta o cuarenta años nos hubiéramos horrorizado si hubiéramos visto los programas que hoy están al aire en las series de la televisión, en las películas, en las plataformas de las redes sociales. Y hoy la inmensa mayoría de las personas lo dejamos pasar de forma indiferente. Cuanto material llega a nuestros niños que hace pocos años era clasificación no apta para niños y adolescentes.

Muchos dicen que debemos dejar que el mundo siga su curso, que estaríamos yendo en contra de la ciencia, en contra de los adelantos, no importa la pornografía de internet, tampoco importa la pérdida del bien y del mal; ni en las películas, ni en nuevas leyes, en beneficio de la decadencia, Pero si todo esto está contaminando el alma nuestra y la de nuestra familia, ¿Cómo deberíamos actuar? ¿Cómo podemos detenerlo?

Esto me recuerda al cuento sobre las ancas de rana. Para cocinarlas de forma deliciosa, con una ranita viva, hay que ponerla directamente en el agua hirviendo, sería imposible; la rana saltaría porque sabe muy bien que las altas temperaturas no le son favorables.

Sin embargo, si uno introduce una rana viva a una olla con temperatura ambiente, la rana se queda allí, y puede nadar tranquilamente por horas. Si mientras ella nada uno empieza a calentar el agua muy lentamente, la ranita ni lo percibirá.

Poco a poco el agua empieza a subir de temperatura, primero el agua está tibia, y la ranita encuentra bien agradable el agua y continúa nadando plácidamente. La temperatura sigue subiendo y empieza a sentirse un poco cansada, pero no se asusta, se queda tranquilamente dentro del agua; en la medida que la temperatura del agua sigue subiendo, hasta que llega un momento que la ranita está tan cansada que no se puede mover y termina cocinándose para finalmente morir. Aquí tendríamos las ancas de la rana ya cocidas listas para cocinar y deleitar el paladar.

De forma análoga vemos a las personas cuando llegan cambios repentinos, bruscos en la vida, al igual que las ranas, hay gran inconformidad. Por lo contrario, al ir pasando el tiempo, no hacen nada, no hay reacciones, ni revueltas, nadie se opone a los cambios lentos. La vida continúa como si nada.

Es lo que ha ido sucediendo. Poco a poco nos han ido subiendo la temperatura del ambiente en las redes sociales. Hasta ver lo malo como bueno. Vemos un ataque constante a la dignidad humana, a la belleza, a la felicidad, al matrimonio, a la familia; pero cada día la sociedad al estar más y más inmersa en esa agua caliente, al igual que la ranita, no tiene la capacidad de reaccionar y defenderse.

Por suerte, hoy todavía hay personas dispuestas a saltar de la olla y no dejar que le prendan al fuego para cocinarse, hoy es importante regresar a la moral, y poder distinguir la belleza de la vida, esa que nace en el fondo del corazón para irradiar con fuerza y coraje la dignidad de todo ser humano.

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