El daño fue en la imagen
Lamentable o no, justo o no, el episodio de la aprehensión...
Lamentable o no, justo o no, el episodio de la aprehensión (y posterior libertad) del ex secretario de Finanzas y Planeación (Sefiplan), Juan Vergara Fernández, quizá no afectó las estructuras del gobierno de Carlos Joaquín, como lo afirmó el mandatario, porque el trabajo continúa en las secretarías que lo componen, porque sus pilares se mantienen intactos; sin embargo, el golpe vino a su imagen con tal fuerza que lo tambaleó y lo puso en una posición ciertamente frágil ante la ciudadanía.
Y por supuesto que esta no es una cuestión menor, sobre todo en un año electoral, en un año en el que Carlos Joaquín necesita mostrar fortaleza, brindar certidumbre y confianza a una población que, por primera vez, apostó por un gobierno emanado por partidos diferentes al PRI.
El gobernador necesita forzosamente hacer a un lado la justificación del “es que el gobierno anterior…”. Ya no, es hora de tirar, de una vez por todas, ese bastón en el que se apoya, para empezar a caminar solo, para crecer y para cumplir con sus promesas por las que fue electo.
La captura de Vergara fue un gancho al hígado y tambaleó la imagen del gobierno, porque puso entredicho su principal bandera: La honestidad, la transparencia, el uso adecuado de los recursos y el fin a la impunidad.
Esa fue la primera impresión que tuvieron los quintanarroenses el viernes pasado, al recibir la noticia de la aprehensión del ex titular de Sefiplan, ni más ni menos que del encargado de los dineros públicos durante un año y medio, y hasta hace unas semanas.
Y esto se da justo ahora, cuando la sociedad muestra una posición muy sensible, hastiada de servidores públicos corruptos, bandidos y mentirosos. Al fin, bien dicen que “la burra no era arisca…”
Por ello es que el gobernador pronto dará un golpe de timón, un golpe que ya lo tenía pensado, pero que ahora se verá obligado a adelantar, terminando así con los costosos compromisos que, cabe decir, ya cumplió con diversos funcionarios, a fin de amalgamar un gobierno que luce dividido, fragmentado por intereses personales y de grupos que en nada abonan al estado.
Quizá espere hasta después de las elecciones. Pero no más.
Carlos Joaquín sabe que la prioridad será arreglar primero la casa, recomponer las áreas que componen su administración, hacerse de gente profesional, trabajadora y comprometida con él, con el gobierno y con la entidad, para entonces continuar con su proyecto.
El golpe a la imagen de su gobierno fue brutal, y lo fue porque dio justo en el centro de lo que tanto ha pregonado, de lo que argumentó para convencer a la sociedad, para fincar la diferencia que la población urgía.
Lamentable o no, justo o no, este golpe dejó escombros y es imperativo recogerlos.